Tras el término de las apariciones, Miguel Ángel Poblete viajó a Lima (Perú) y se realizó un tratamiento hormonal que consistió en la aplicación de inyecciones de estrógenos. Vivió en Lima durante dos años con el dinero que había recaudado mediante sus apariciones.
En 1990, Poblete retornó a Villa Alemana con un evidente cambio físico, causando impacto y desconcierto entre los creyentes, que ―pese a haber sido previamente advertidos por la Virgen a través de Poblete― no daban crédito a lo que veían.
Por aquel tiempo, en Chile se estaba efectuando un cambio político importante. El país pasaba de un gobierno militar a una democracia. Eran los primeros cuatro años de transición y aún estaba en vigencia una ley que impedía que Miguel Ángel usara vestimentas femeninas más acordes a su nueva identidad, pues era considerado un delito llamado «travestismo». Para no ser arrestado y poder usar ropa de mujer, Miguel debía cambiar todos sus registros públicos, por esa razón, no le quedó más remedio que demostrar que siempre había sido una mujer y que al nacer había sido mal catalogado. Para ello, Miguel exhibía dudosos exámenes médicos que probaban su identidad femenina.
La extraña propuesta fue acogida y festinada por prensa y gobierno, quienes encontraban en esta batalla una expresión de liberación justificada ante los represivos años del gobierno saliente. La nueva apariencia de Miguel comenzó a ser tema recurrente en la prensa escrita y en los programas de televisión, situación que lo indujo a colocarse un nombre igual de mediático: Karole Románov.
A pesar de estas evidentes modificaciones físicas, Poblete negó cualquier intervención quirúrgica o alteración en su vida asegurando que «había nacido mujer». En 2002 declaró en una entrevista: «Chile me mató porque me llevaron a un mundo de nada, a un mundo que yo no quería. Me usaron y después me abandonaron».