Si no haceis lo que digo habra paz

109 sólo es el deseo que nace en lo más profundo del corazón. Queremos oír Misa y comulgar y también deseamos estar presentes en la próxima visita de Nuestra Madre del Cielo. El padre Ferruccio, párroco del lugar, basándose en el argumento ya tantas veces escu- chado (que las apariciones no son ciertas), se había negado a abrir la capilla a esa multitud de creyentes, para asistir a Misa, ansiosos de purificarse antes de recibir a Nuestro Señor. Gracias al padre Contardo, el párroco accede a abrirnos la capilla y así, los miles que estamos ahí, repletamos el templo desbordándolo en su capacidad. Varios cientos de personas que el día de ayer se confesaron pudieron comulgar y oír la Santa Misa. Es tanta la gente que comulga, que se acaban las Hostias, debiendo realizarse una segunda Misa, para que todos pudieran recibir a Jesús Sacramentado. Esa multitud de “fanáticos”, como de hecho nos han llamado, que por tanto tiempo han venido insistiendo sobre aquello, que la Santísima Virgen se está apareciendo aquí en Chile, curiosamente están ansiosos de Confesión y Comunión y necesitan de ello tanto como un enfermo de sus medicinas. Pareciera ser que el leprosario terrenal da muestras de querer lavar sus heridas, de cambiar de piel y de aspecto, pero se le niegan algunas de las medicinas básicas. Se le han cerrado la puerta de los “hospitales” y el más excelso de los médicos, el más sabio de todos, con la ayuda de uno de sus fieles ayudantes, ha debido curar a muchos, sin el amparo de aquellos establecimientos y de sus medios. Hay tantos a quienes curar, son tantos los que no han podido ser curados, sin embargo, los “doctores” no se han conmovido de sus dolores y han preferido ignorarlos antes que hacer algo por ellos. Esa y no otra es la verdad, una realidad que no ha querido ser vista con los ojos del corazón. Luego de los dos actos religiosos, muchos decidimos quedarnos a la aparición anun- ciada para las 14:30 horas. Alrededor de la hora anunciada, Miguel Ángel cae en éxtasis, iniciando uno más de sus veloces desplazamientos tras la Santísima Virgen, que tan sólo él ve. Corre a gran velocidad por la pedregosa y polvorienta calle principal. Como sucedió ayer, también hoy ha sido imposible grabar sus diálogos, así que sola- mente nos ha quedado como testimonio lo que vieron nuestros ojos. El cielo dibujó algunos signos en sus nubes y así pudimos ver la M de María, la Cruz, el Ictus y un arcoiris, ante el asombro general. Miguel Ángel recibió nuevamente la Comunión y muchos vieron la Hostia en su lengua. Luego cortó algunas ramas del árbol sobre el cual se posó la Santísima Virgen y las repartió. Ella bendijo anillos de matrimonio, rosarios y objetos religiosos, así también una sábana que se extendió para que Nuestra Señora la bendijese. Luego procedimos a cortarla en pequeños trozos, que se repartieron entre los ahí presentes. En ese momento, los que estaban más cercanos a la sábana, refirieron haber percibido olor a incienso. Aunque no hayamos podido grabar las conversaciones del vidente con la Santísima Virgen, el haber podido confesarnos y comulgar, sumado a la innegable sensación de la presencia de Nuestra Madre del Cielo, llenó de dicha nuestros corazones. Así es, hubo gran número de conversiones entre la gente de Ocoa. El hecho que no

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