Si no haceis lo que digo habra paz
328 En este momento, mientras lo examinan, Miguel Ángel habla con voz angustiada, como demostrando mucho dolor y ansiedad. Es la voz de un hombre adulto, jadeante y entre- cortada. Muchas almas van a la perdición. Yo os quiero, hijitos míos; si ustedes supiesen, vuestro corazón estaría triste. Luego se escucha: Paradme un ratito, dice de pronto, y entre varios hombres y los médicos tratan de levantarlo. Es un esfuerzo superior a las propias fuerzas de los voluntarios. En un momento se escucha: Afírmalo, afírmalo, que se me va a caer. No lo pueden levantar; tal vez mucho más de cien kilos, pues entre cuatro hombres robustos no lo pueden sostener, ni mucho menos levantar. Por lo tanto, hubo que extenderlo de nuevo sobre el suelo. Siempre en un tono angustioso y entrecortado, dice: Verán ahora los estigmas en los pies y en las manos. Eso será para el próximo milagro que María Santísima dará (la fecha). También se verán en las manos y en los pies de Óscar. El peso del cuerpo de Miguel Ángel se ha ido intensificando. Sigue aumentando de peso. Ahora se escucha decir: Ahí te puedo de nuevo. Ayúdenme un poquito. Se aligeró el peso de Miguel Ángel, significativamente. ¡Que revisen la cabeza! Vamos a revisar la cabeza dice el doctor Seperissa mientras tanto, con otro joven, tienen a Miguel Ángel en brazos y la doctora Frías sostiene la cabeza. Sí, hay más lesiones y siguen formándose nuevas. La voz de Miguel Ángel irrumpe en el ambiente de expectación diciendo: El que no crea, que venga a ver y también a clavar la mano. El joven que lo tiene en brazos, exclama: Bruscamente aumentó el peso tres o cuatro veces y casi no lo podemos sostener. Enseguida Miguel Ángel, jadeante, dice: Para que los demás vean. Pese a que yo no quiero (Dr. Seperissa), Miguel Ángel insiste que, para que los demás vean, le clave una aguja en la mano. Voy a tener que hacerlo, por los demás. El doctor, nos refiere: La tiene enterrada en este momento en el antebrazo. No sangra, no demuestra dolor. Es un milagro patente; los ojos los tiene fijos, en ningún momento los movió. Por favor alumbren, voy a sacar el alfiler. ¡No ha sangrado nada! ¡Padre! ¡Padre! Pide que se lo claven nuevamente, en la misma mano y en el mismo hoyo. El doctor Seperissa procede a cumplir con lo pedido. Bueno, dice el doctor, no hay señal donde clavé. Voy a tener que calcular dónde era. Miguel Ángel exclama: ¡Clávala más profunda! Tiene la mitad de la aguja enterrada en la mano derecha y los ojos fijos en el cielo. Tiene dos centímetros enterrada la aguja. Más adentro, dice Miguel Ángel. La Señora te lo pide, porque hay muchos incrédulos. Perdóname, Miguel Ángel, dice el doctor y empuja aún más profundo la aguja. Déjala ahí hasta que termine la aparición. Revisen nuevamente la cabeza, ordena Miguel Ángel. ¡Ah!, me duele mucho el hombro… También ahí. La espalda también… Las rodillas también… No puedes tocar ni un lado ¡No!
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA0OTIx