Si no haceis lo que digo habra paz

314 LUNES 24 DE SEPTIEMBRE DE 1984 7:00 PM APARICIÓN # 209 (NUESTRA SEÑORA; PEÑABLANCA) Raro en él, pero hoy Miguel Ángel llegó atrasado a esta nueva cita con la Santísima Virgen. Ingresa al Santuario y se persigna. Su rostro sonríe y algo le dice a Nuestra Madre del Cielo, que no se alcanza a captar. De pronto, tras este diálogo casi inaudible, si no lo fue del todo, comienza a sufrir nuevamente los estigmas. Estamos algo lejos del vidente, pero el padre Contardo, que está a su lado, lo relata. Si hay alguna persona que no cree, que por favor venga. Pareciera ser que la única manera de convencer a los escépticos de costumbre, es hacién- dolos mirar de cerca este milagro. No bastan todos los anteriores portentos para los duros de corazón y de mente. Uno a uno van ingresando aquellos y van dando sus testimonios. Se escucha así, la voz de un hombre decir: ¡Oh, qué increíble!, y luego a una mujer que es más explícita sobre lo que está presenciando. ¡Qué salvaje! Me llamo Eliana Rosas de Zenteno y doy mi testimonio. En este momento, estoy viendo cómo se van formando como pinchazos en la cabeza de Miguel Ángel. Las personas siguen pasando. Lo han podido presenciar medios de comunicación y muchos fieles. El vidente muestra de 15 a 20 puntos sangrantes. La gente comienza a cantar himnos penitenciales en esta tarde de gran recogimiento. Miguel Ángel está de rodillas a un lado de la reja de madera y con los brazos en alto, para que pueda ser observado por los fieles. De pronto, el vidente ha pedido que lo levanten. Entre varias personas lo van levan- tando. Está con los brazos abiertos en cruz y mirando al cielo. Súbitamente, pide que lo suelten. Estamos ahora muy cerca de Miguel Ángel y vemos que ha caído al suelo como decía- mos, con los brazos extendidos en cruz, azotando sus rodillas contra el suelo. El violento e impresionante ruido del golpe y la natural impresión de los que estamos ahí mirando, han hecho brotar de nuestras gargantas un grito sordo de espanto, pero el vidente no ha demos- trado ningún signo de dolor en su cara. Desde la altura que fue soltado, debería haber tenido lesiones en sus rodillas, pero no es así. Ha sido realmente impresionante. Ahora los fieles rezan y otros cantan. Es en ese momento que el padre Contardo dice: Ha aparecido una herida profunda, la más grande de todas ( 63 ) y luego Miguel Ángel algo dice, pero no lo hemos podido captar; casi no se escucha. 63 El Señor Alejandro Cifuentes describe así aquella herida en el cuero cabelludo de Miguel Ángel: Había puntos rojos, de aproximadamente un milímetro de diámetro, pero busqué más hacia la frente. Había una lesión como peladura, de aproximadamente tres centímetros de largo, como provocada por una gran cantidad de espinas. De ancho tenía tres milímetros, más o menos.

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