Se hace tarde y anochece
puede ser el brazo secular de un poder que da muerte. La vocación de los médicos consiste en proteger la vida, y no en impedirla. Hace cuatro siglos Pascal escribió en sus Pensamientos: «Lo propio del poder consiste en proteger», y no en asesinar. Creo que es urgente que la Iglesia reaccione creando «oasis de vida», lugares en los que las mujeres embarazadas puedan ser acogidas y acompañadas hasta el parto, felizmente y sin que las miren mal; lugares en los que los niños discapacitados puedan ser acogidos con admiración cuando nacen en lugar de ser tratados como fracasos de la medicina; lugares en los que los enfermos puedan morir dignamente y recibiendo amor. Hay congregaciones religiosas que están llevando a cabo un trabajo admirable, como las hermanitas de la Maternidad católica en África y en Europa, o todos los que se dedican a los cuidados paliativos. ¿A quién no le impresiona el extraordinario trabajo de la Maison Jeanne Garnier de París, que acoge a enfermos terminales? En la capital francesa ni el cardenal Lustiger, ni su sucesor el cardenal Vingt-Trois, ni monseñor Aupetit ahora, han tenido miedo de anunciar el Evangelio de la vida, que debería representar una urgencia para todos los obispos. Habría que luchar contra la cultura de muerte en cada diócesis no solo con palabras, sino poniendo en práctica una cultura de vida. El Evangelio no es una utopía: tiene que encarnarse. Es Jesús quien nos lo dice: «Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia» ( Jn 10, 10). La Iglesia es la matriz de una civilización de la vida. En su opinión, ¿qué lugar ocupa la Shoah en la historia humana? Creo que la Shoah ha sido el mayor escándalo de la humanidad, el mayor crimen de la historia moderna. El odio y el deseo de acabar con el pueblo judío son abominables. ¿No fue en realidad un plan para matar a Dios eliminando al pueblo que ha transmitido el recuerdo de su Alianza a lo largo de los siglos? Querría citar a este respecto un texto maravilloso de Benedicto XVI, quien durante su visita al campo de concentración de Auschwitz el 28 de mayo de 2006 se expresó de este modo: «Tomar la palabra en este lugar de horror, de acumulación de crímenes contra Dios y contra el hombre que no tiene parangón en la historia, es casi imposible; y es particularmente difícil y deprimente para un cristiano, para un papa que proviene de Alemania. En un lugar como este se queda uno sin palabras; en el fondo solo se puede guardar un silencio de estupor, un silencio que es un grito interior dirigido a Dios: ¿Por qué, Señor, callaste? ¿Por qué toleraste todo esto? Con esta actitud de silencio nos inclinamos profundamente en nuestro interior ante las innumerables personas que aquí
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA0OTIx