Se hace tarde y anochece

sociedad sin memoria, una sociedad vencida por el Alzheimer. Este movimiento contemporáneo se aplica también al cristianismo. Si la Iglesia rompiera definitivamente con su larga historia, no tardaría en perderse. En L’Affrontement chrétien Emmanuel Mounier explica que esta voluntad de ruptura con el pasado ha provocado una decadencia conjunta de la civilización occidental y del cristianismo. En sus inicios el cristianismo estuvo sostenido por el «vigor de la civilización», mientras que ahora sufre su extenuación. Pero, según él, la crisis es ante todo interna al cristianismo. Existe una especie de porosidad entre la civilización y la religión cristianas. Si el cristianismo pacta con el mundo en lugar de iluminarlo, los cristianos no son fieles a la esencia de su fe. La tibieza del cristianismo y de la Iglesia provoca la decadencia de la civilización. El cristianismo es la luz del mundo. Si deja de brillar, contribuye a hundir a la humanidad en la penumbra. ¿Qué opina de la conflictiva relación que mantiene la modernidad con la idea de unas raíces? La raíz es el principio y el alimento de la vida. Fija la vida en un suelo fértil y la irriga con una savia nutritiva. Se hunde en el agua para que la vida conserve el verdor en cualquier estación. Permite el follaje y la aparición de flores y frutos. Una vida sin raíces llama a la muerte. La conflictiva relación de la modernidad con la idea de unas raíces viene dada por la crisis antropológica de la que hablábamos antes. El hombre moderno teme que sus raíces se conviertan en un yugo. Prefiere renegar de ellas. Se cree libre, cuando en realidad se hace más vulnerable. Es como una hoja muerta desprendida del árbol y a merced de cualquier viento. Este problema es un fenómeno occidental. En África y en Asia continuamos atados a nuestras raíces, que sumergen nuestras vidas y nuestra historia en lo más hondo de nuestros orígenes ancestrales. Las etnias, las religiones y las culturas cuentan con antiguas historias de las que siguen nutriéndose. El pasado y el futuro se imbrican inseparablemente en ellas. Este anclaje no es determinismo, sino la condición de nuestra libertad. El rechazo de las raíces cristianas en la Constitución europea es el síntoma más patente de esta actitud. Las instituciones europeas de hoy en día han quedado reducidas a una estructura económica y administrativa. Aparte de los intereses económicos manejados por una pequeña oligarquía, Europa fabrica ideologías, las alimenta de utopías y pierde su alma. Europa se ha separado de lo

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