Se hace tarde y anochece

humano que nunca se manifestase exteriormente? La interioridad sin más es ilusoria. La prudencia nos enseña que necesitamos los gestos sagrados. Necesitamos arrodillarnos humildemente y por amor, necesitamos guardar silencio y cantar. Necesitamos los gestos externos. En su audiencia general del 15 de junio de 1965 san Pablo VI no dudaba en recordarlo así: «Conviene decir que la manifestación exterior del sentimiento religioso no solo es un derecho, sino un deber, en virtud de la propia naturaleza del hombre que recibe de los signos exteriores un estímulo para su actividad interior y la expresa en signos exteriores, concediéndole así todo su significado y su valor social [...]. Por lo tanto, la exterioridad religiosa, cuando no es superstición ni un fin en sí misma, sirve por así decir de ropaje a las cosas divinas, haciéndolas accesibles a nuestra facultad cognoscitiva. Nos permite de alguna manera presentar a la Majestad del cielo el tributo de una ofrenda terrenal». Lo mismo se puede decir en el ámbito de la penitencia. Nos da miedo ser demasiado materialistas. Y, con la excusa de ser más espirituales, reducimos el ayuno a un mero movimiento interior. Para convertirse en ayuno del corazón, el ayuno cristiano debe pasar antes por el ayuno del cuerpo. Por eso, el ayuno cuaresmal debería ser una hermosa ceremonia cristiana comunitaria. La ascética cristiana no es un enemigo del cuerpo, sino una disciplina enfocada al dominio de uno mismo y un deseo de hacer partícipe al cuerpo del impulso de nuestra alma hacia la Santidad. Pienso también en la vida del clero. Las enseñanzas de los últimos papas sientan de un modo admirable las bases de una auténtica espiritualidad sacerdotal. Lo que hace falta es traducirlas a medios concretos. Benedicto XVI y Francisco han planteado una reforma espiritual de la vida del clero que debería empezar por una reforma espiritual de la vida de la curia. La prudencia cristiana consiste en buscar los medios concretos a la luz de la fe. En vez de imitar a las instituciones burocráticas del mundo secular, recuperemos los medios de los que se sirvieron los apóstoles en los primeros tiempos del cristianismo y que nos muestran los Hechos de los Apóstoles: para poner por obra de un modo concreto el Evangelio, el clero debería centrar su vida en la palabra de Dios, la oración comunitaria y la celebración de la Eucaristía. Hay que volver a escuchar a san Pablo con toda la atención y el rigor posibles: «Sed imitadores míos, como yo lo soy de Cristo» ( 1 Co 11, 1). Para proteger su castidad, deben llevar una vida común de pobreza, caridad y obediencia. ¿Quién puede extrañarse de la rastrera invasión del secularismo en la mentalidad de unos pastores que viven en la opulencia? En este sentido, la prudencia cristiana consiste en asumir los medios

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA0OTIx