Se hace tarde y anochece
tanta frecuencia condena el papa Francisco. Debemos aplicar los medios que requieren nuestras intenciones más hondas. Ser prudente consiste en emplear medios concretos para alcanzar la unión con Cristo y vivir como cristiano. Eso exige no vivir en sintonía con el mundo. Es el momento de recuperar el coraje del anticonformismo. Los cristianos tienen que ser capaces de crear oasis en los que el aire sea respirable; en los que, simplemente, sea posible la vida cristiana. Nuestras comunidades han de ser esos oasis en medio del desierto. Hay que poder dedicar tiempo a la oración, a la liturgia y a la caridad. El mundo se ha organizado en contra de Dios. Nuestras comunidades deben organizarse no limitándose a hacerle un hueco a Dios, sino situándolo en el centro. Me conmueve ver a tantas familias cristianas que optan por instalarse junto a un monasterio o una parroquia vibrante. Desean vivir al ritmo de la Iglesia y convertir su vida en una auténtica liturgia. Desean que sus hijos no tengan únicamente unas ideas cristianas abstractas, sino que vivan la experiencia cristiana de un entorno impregnado de la presencia divina y una intensa vida de oración y caridad: «Debemos abrir lugares de experiencia de la fe a aquellos que buscan a Dios», decía Benedicto XVI. No pensemos que podremos vivir como cristianos si adoptamos todas las actitudes de un mundo sin Dios. A fuerza de no vivir como se cree, se acaba creyendo como se vive. Ser cristiano no consiste solo en una disposición del alma, sino en un estado de vida. Los monjes se ajustan rigurosamente a esa disposición. En un monasterio todo está organizado para recordarnos la presencia de Dios y la necesidad de la caridad fraterna. Los laicos cristianos deben organizarse de modo que su vida diaria concreta no los aleje de Dios y les permita una auténtica coherencia con su fe. Eso implica replantearse todas las relaciones sociales y profesionales, el modo de descansar, de formarse, de informarse y de educar a los hijos. No podemos confiar en un mundo cuyo fundamento es el ateísmo. La prudencia cristiana nos aconseja crear los medios para una vida personal, familiar y social organizada conforme a Cristo. Hoy la virtud de la templanza tiene muy mala prensa. ¿Sigue ocupando un espacio entre las virtudes cristianas? ¿Cómo podemos pretender ser discípulos de Cristo, que no tuvo ni una piedra
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