Se hace tarde y anochece

mundo cuando elegís dar la vida; a afrontar la precariedad y la incertidumbre del mañana. ¡Pero tenéis una misión maravillosa! ¡Sois portadores de la esperanza del mundo y de la Iglesia! ¡Las sonrisas y la alegría de vuestros hijos son vuestra mejor recompensa! ¡Sed firmes! ¡Agarraos a la fe! Con vuestra fidelidad a la enseñanza de Cristo sobre el matrimonio y la familia, con vuestras muestras diarias de amor, sembráis las semillas de la esperanza. Pronto recogeremos la cosecha. Sé también cuánta fortaleza necesitan los sacerdotes y los consagrados: queridos sacerdotes, a veces actuáis a oscuras, con sensación de fracaso. Aunque la barca parezca dominada por la tempestad, ¡resistid! No os rindáis a los falsos discursos. No abandonéis la tradición de la Iglesia: estaríais cortando vuestras raíces. La barca está azotada por la tempestad. El agua entra en ella a raudales: aferraos a la barca; o, lo que es lo mismo, aferraos a la doctrina y orad intensamente. Mirad a Cristo, y no la violencia del viento. ¡No tengáis miedo! Jesús está con nosotros: es Él quien maneja el timón. ¡La Iglesia es la única nave que no naufragará jamás! Sujetémonos sin descanso a la cruz, signo de la fortaleza cristiana. ¡La fortaleza que lo da todo sin cansarse nunca! Querría decirles a todos los cristianos que nuestra fuerza frente a este mundo de violencia y mentiras es la verdad de Cristo. En 1972, cuando recibió el Premio Nobel, Alexander Solzhenitsyn afirmaba: «La violencia no vive en soledad y no es capaz de vivir sola: necesita estar entremezclada con la mentira. Entre ambas existe el más íntimo y el más profundo de los vínculos naturales [...]. Cualquier persona que ha hecho de la violencia su método, inexorablemente debe elegir a la mentira como su principio. En sus inicios, la violencia actúa abiertamente y hasta con orgullo. Pero, en cuanto se vuelve fuerte y sólidamente establecida, nota el aire enrarecido que la circunda y no puede seguir existiendo si no es en una neblina de mentiras revestidas de demagogia. No siempre, no necesariamente aprieta abiertamente los cuellos; es más frecuente que exija de sus súbditos solamente un juramento de lealtad a la mentira; solamente una complicidad en la falsedad. ¡Y el acto de coraje más sencillo de un hombre sencillo es no participar de la falsedad, no apoyar falsas acciones! Que el mundo se entregue a eso, que reine incluso en el mundo... pero no con mi ayuda [...]. Y, cuando la mentira sea expulsada, se revelará la desnudez de la violencia en toda su fealdad; y entonces la violencia se derrumbará». Estas palabras resultan proféticas. Nos encontramos en un momento en el que el mundo no deja de exigirnos nuestra complicidad con la mentira. La fortaleza cristiana es la de la verdad y la de nuestra fe, la del amor de Dios que ha sido

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