Se hace tarde y anochece

derramado en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo que se nos ha dado ( Rm 5, 5). La verdad es el espacio donde se viven auténticamente la fe y el amor. Por eso hemos de crear islotes de verdad. Cada familia cristiana, cada escuela, cada parroquia tiene que convertirse en un islote en el que esté proscrita toda mentira, un espacio en el que se rechace cualquier compromiso con la ideología del mundo, el relativismo y la seducción. Hay que hacer sencillas y auténticas las relaciones humanas. Es nuestro deber procurar que la verdad lo penetre todo: el trabajo, las relaciones profesionales, políticas y sociales. Esa es la fortaleza cristiana: rechazar la mentira. ¡La verdad nos hará libres, la verdad es nuestra fuerza! Escuchándole a usted, uno tiene la sensación de que todas las relaciones humanas de los cristianos necesitan una transformación. ¿No es la justicia la virtud que rige esas relaciones y mueve a trabajar por el cambio? Sí, la justicia es la virtud que permite dar a cada uno lo que le es debido. Y eso empieza, lógicamente, por nuestros padres, que nos han dado la vida. Me gustaría, una vez más, rendir un homenaje a todos los padres del mundo. Tenemos el deber de honrarlos. La piedad filial es una manifestación de la justicia. Los cristianos deben conservar el sentido de esa piedad hacia sus ancianos. Es una virtud que África conoce muy bien. En mi continente, un viejo no se considera un problema por el hecho de que haya que cuidarlo y alimentarlo cuando ya no es productivo. Los ancianos garantizan la transmisión. Son nuestros archivos, nuestras bibliotecas y los guardianes de nuestras tradiciones. Sin ellos, los pueblos se vuelven huérfanos sin pertenencia, sin orígenes, sin memoria, sin historia, sin cultura, sin tradición. Si no honramos a nuestros ancianos, no seremos capaces de amar a nuestra patria, que es la que nos dota de identidad. Nos moldea con su lengua, sus costumbres, su historia y su cultura. Le debemos honra y afecto. El papa Francisco escribía el 1 de noviembre de 2018: «No hay identidades de laboratorio, no las hay. Toda identidad tiene historia. Y al tener historia, tiene pertenencia [...]. No se dejen embaucar. Cuiden la propia pertenencia. Y así, cuando vemos gente que no respeta nada entre nosotros [...], cada uno pregúntese: ¿Yo vendo mi pertenencia? ¿Yo vendo la historia de mi pueblo? ¿Yo vendo la cultura de mi pueblo? ¿Yo vendo la cultura y lo que recibí de mi familia? ¿Yo vendo la coherencia de vida? [...]. No vendan lo que es más hondo nuestro, que es la pertenencia, la identidad». La justicia consiste ante todo en reconocer que somos herederos de nuestra historia. Hemos de estar orgullosos de nuestra patria, ser conscientes de que

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