Se hace tarde y anochece
un contenido objetivo que no hemos elegido. La fe nos lleva a realizar un acto personal por el que decidimos confiarnos totalmente a Dios con plena libertad. Creo; y, en ese acto, el corazón, el verdadero santuario de la persona, se abre bajo la influencia de la gracia al contenido objetivo revelado por Dios, al que damos nuestro asentimiento. Luego la fe se desarrolla plenamente profesándola, es decir, en el testimonio público. Lo que creemos no puede ser nunca estrictamente privado. Al ser un acto de la libertad, la fe exige asumir ante todo la responsabilidad que conlleva. Por eso la fe solo se puede confesar en la Iglesia y con la Iglesia, que nos transmite el conocimiento integral del misterio, de los contenidos que hemos de conocer y creer. Si convertimos la fe en un sentimiento puramente personal, la hacemos incomunicable, la separamos de la Iglesia y, sobre todo, la vaciamos de contenido. Por eso es urgente insistir en la enseñanza del catecismo tanto para adultos como para niños. Disponemos de una herramienta maravillosa: el Catecismo de la Iglesia Católica y su Compendio . La enseñanza del catecismo no se reduce a un conocimiento intelectual de sus contenidos, sino que facilita un verdadero encuentro con Jesús, que nos ha revelado esas verdades. Hasta que no nos encontramos con Él de un modo concreto, no somos verdaderamente cristianos. Creo que los obispos deben recuperar el significado de la catequesis. Tenemos que aprender a volver a ser catequistas, maestros fieles de las verdades divinas. Esa es, al fin y al cabo, una de nuestras principales misiones. Fíjese en los obispos de la Iglesia primitiva: Ambrosio, Agustín, Juan Crisóstomo, Basilio, Gregorio... Dedicaban casi todo su tiempo a enseñar, a catequizar de un modo sencillo, humilde y directo. No daban clases de teología ni comentaban la actualidad. Se atrevían a enseñar al pueblo de Dios porque sabían que en sus palabras los fieles encontraban a Jesús. Hoy se opone la enseñanza a la experiencia. Y la experiencia de Dios solo se puede hacer a través de la enseñanza: «¿Cómo creerán, si no oyeron hablar de él?», se pregunta san Pablo ( Rm 10, 14-15). La falta de catequesis lleva a muchos cristianos a cultivar una especie de fe desquiciada. Algunos optan por creer en tal o cual artículo del Credo y rechazan otros. Se ha llegado hasta el punto de realizar encuestas acerca de la adhesión de los católicos a la fe cristiana. La fe no es el estante de un supermercado del que elegimos la fruta y la verdura que nos vienen bien. Cuando la recibimos, recibimos a Dios en su totalidad. «Hombres de una fe demasiado habitual y demasiado pasiva, quizá los dogmas ya no son para nosotros el Misterio del que
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