Se hace tarde y anochece
Belial? ¿O qué parte tiene el creyente con el infiel? ¿Y cómo es compatible el templo de Dios con los ídolos?» ( 2 Co 6, 14-16). A pesar de las advertencias de san Pablo, convivimos fraternal y pacíficamente, simpatizamos con tolerancia con el ateísmo fluido. Su primer efecto es una especie de letargo de la fe. Anestesia nuestra capacidad de reacción, de reconocer el error. Y se ha extendido por la Iglesia. Las palabras de la homilía del 29 de noviembre de 2018 del papa Francisco son tremendas. En ella comentaba la destrucción de Babilonia, ciudad «del lujo, de la autosuficiencia, del poder de este mundo, cueva de demonios, refugio de todo espíritu impuro». Esa destrucción comienza desde dentro, explicaba el papa, y termina cuando el Señor dice: «Basta». Llegará un día en que el Señor dirá: «Se han acabado las apariencias de este mundo». Esta es la crisis de una civilización que se cree orgullosa, suficiente, dictatorial y termina así. El papa denuncia «la paganización de la vida, en nuestro caso, cristiana. ¿Vivimos como cristianos? Parece que sí. Pero en verdad, nuestra vida es pagana, cuando suceden estas cosas, cuando entra en esta seducción de Babilonia y Jerusalén vive como Babilonia. Quiere hacer una síntesis que ya no se puede hacer. Y ambas serán condenadas. ¿Tú eres cristiano? ¿Tú eres cristiana? ¿Vives como cristiano? No se puede mezclar el agua con el aceite. Siempre diverso. El fin de una civilización contradictoria en sí misma que dice ser cristiana y vive como pagana [...]. Esto nos enseña a vivir las pruebas del mundo, no en un pacto con la mundanidad o con el carácter pagano que nos lleva a la destrucción, sino con esperanza, despegándose de esta seducción mundana y pagana y mirando el horizonte, esperando a Cristo, el Señor. La esperanza es nuestra fuerza: vayamos adelante». Para terminar, invita a pensar en las Babilonias de hoy: «Y así terminarán también las grandes ciudades de hoy y así terminará nuestra vida, si seguimos por este camino de paganización [...]. Abramos el corazón con esperanza y alejémonos de la paganización de la vida». ¿Qué hay que hacer? Me diréis quizá que así avanza el mundo. Me diréis quizá que la Iglesia tiene que adaptarse o morir. Me diréis quizá que, si lo esencial está a salvo, hay que ser flexible con los detalles. Me diréis quizá que la verdad es teórica y se le escapan los casos particulares. ¡Otras tantas afirmaciones que corroboran la gravedad de la enfermedad! Yo querría invitaros a razonar de otra manera. En El primer círculo , la novela autobiográfica de Solzhenitsyn, el héroe no sabe si conservar los privilegios que le otorga el sistema totalitario para comprar su silencio. Hay un descubrimiento que le hace bascular: encuentra el diario de su anciana madre difunta, en el que lee estas palabras: «¿Qué hay de más valioso en este mundo? Ser consciente de no colaborar en las injusticias. Son más fuertes que tú, existen y existirán, pero que
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