Se hace tarde y anochece

gratuidad procede de Aquel que gratuitamente ha dado su vida por nosotros. La caridad participa del amor del corazón de Jesús por los hombres. Sin Cristo la caridad es una mascarada. Cuando las hermanas de la madre Teresa llegan a un país no piden nada. No desean otra cosa que servir en las barriadas más oscuras humildemente y con una sonrisa después de haber contemplado mucho rato al Señor. Lo único que quieren es un sacerdote que les celebre misa a diario en sus casas. Son mujeres que saben que les sería imposible ejercer la caridad sin la ayuda del Hijo de Dios, porque la fuente del Amor es Dios. Nuestro modelo es Cristo, el mismo que dijo: «El Hijo del Hombre no ha venido a ser servido, sino a servir» ( Mt 20, 28). Solo en Él y por Él somos capaces de cualquier servicio. Como dice san Pablo, «recordamos ante nuestro Dios y Padre vuestra fe operativa, vuestra caridad esforzada y vuestra constante esperanza en nuestro Señor Jesucristo» ( 1 Ts 1, 3). Estoy convencido de que las organizaciones caritativas católicas no pueden ser una ONG más: son la expresión de una fe radiante en Jesucristo. Todos los grandes santos que han servido a los pobres basaron su labor caritativa en el amor a Dios. Las palabras pronunciadas por Francisco a este respecto durante la homilía del 14 de marzo de 2013 en la Capilla Sixtina son particularmente elocuentes: «Podemos caminar cuanto queramos, podemos edificar muchas cosas, pero si no confesamos a Jesucristo, algo no funciona. Acabaremos siendo una ONG asistencial, pero no la Iglesia, Esposa del Señor. Cuando no se camina, se está parado. ¿Qué ocurre cuando no se edifica sobre piedras? Sucede lo que ocurre a los niños en la playa cuando construyen castillos de arena. Todo se viene abajo. No es consistente». ¿Tiene usted la sensación de que hoy en día el acto de fe está puesto únicamente al servicio del desarrollo humano? Sí, con demasiada frecuencia trabajamos exclusivamente al servicio del bienestar humano. No obstante, el desarrollo económico, la salud, la calidad de vida son cosas importantes e indispensables. La acogida de los refugiados que lo han perdido todo después de largos viajes agotadores es una medida humanitaria y solidaria. Acudir en ayuda material de un necesitado representa un acto fraternal de inmenso valor: cuando cuidamos de un hombre maltratado, cuidamos del propio Cristo. Así nos lo recuerda san Juan Crisóstomo con vehemencia. Él denunció a un

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