Se hace tarde y anochece
tiempo los males sociales, el lujo y la codicia. Recordó la dignidad del hombre, por pobre que fuese, y los límites de la propiedad. Sus palabras son un azote: «Las mulas pasean fortunas y Cristo se muere de hambre delante de tu puerta». Descubre a Cristo en el pobre y le hace decir: «Podría alimentarme yo mismo, pero prefiero errar mendigando, tender la mano ante tu puerta, para que tú me alimentes. Por amor a ti es por lo que obro así». Denuncia la esclavitud y la alienación que conlleva: «Lo que voy a decir es terrible, pero he de decirlo: poned a Dios al mismo nivel que a vuestros esclavos. Si vosotros concedéis en testamento la libertad a vuestros esclavos, liberad a Cristo del hambre, de la necesidad, de la cárcel, de la desnudez. ¡Ah, os estremecéis!». ¿Cómo alimentamos nuestro amor al Hijo de Dios? ¿Cuáles son las señales de nuestro amor? Los pobres a quienes servimos tienen que saber en nombre de quién los amamos. Los pobres tienen que conocer el origen de nuestra generosidad. Amamos porque amamos a Cristo. Amamos porque hemos sido amados por Aquel que es amor y entregó a su Hijo a la muerte. Dios actúa a través de nuestras pobres personas. Sin amor a Dios, la generosidad es un acto árido. Hablar a un pobre de Dios no es hacer proselitismo. Por eso Benedicto XVI dejó escrito en Deus caritas est: «La caridad no ha de ser un medio en función de lo que hoy se considera proselitismo. El amor es gratuito; no se practica para obtener otros objetivos. Pero esto no significa que la acción caritativa deba, por decirlo así, dejar de lado a Dios y a Cristo. Siempre está en juego todo el hombre. Con frecuencia, la raíz más profunda del sufrimiento es precisamente la ausencia de Dios. Quien ejerce la caridad en nombre de la Iglesia nunca tratará de imponer a los demás la fe de la Iglesia. Es consciente de que el amor, en su pureza y gratuidad, es el mejor testimonio del Dios en el que creemos y que nos impulsa a amar. El cristiano sabe cuándo es tiempo de hablar de Dios y cuándo es oportuno callar sobre Él, dejando que hable solo el amor. Sabe que Dios es amor ( 1 Jn 4, 8) y que se hace presente justo en los momentos en que no se hace más que amar. Y sabe [...] que el desprecio del amor es vilipendio de Dios y del hombre, es el intento de prescindir de Dios». ¿Cree usted que el hombre no debe reducir a Dios a sus pequeños deseos? Aunque lo quisiera, el hombre nunca logrará reducir a Dios. Lo que debe hacer es amar, escuchar, adorar a Dios y seguir a Cristo. En nuestra civilización
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