Se hace tarde y anochece
demasiada frecuencia hemos dejado hacer, hemos cerrado los ojos y, excusándonos en la falta de tiempo, hemos delegado en otros la que es nuestra principal obligación. Y hoy estamos pagando las consecuencias. Quizá hayamos sido los primeros en dar un pésimo ejemplo. Los obispos deberían ser para su diócesis un modelo de sacerdocio. Deberían ser un modelo de vida de oración. Y, sin embargo, no somos los primeros en orar en silencio y recitar el Oficio en nuestras catedrales. Me temo que estamos demasiado volcados en nuestras responsabilidades profanas y secundarias. Usted suele decir que el sacerdote es un hombre que reza y no un hombre de lo social. ¿Por qué esa insistencia? Es esencial que el sacerdote tome plena conciencia de que, por encima de todo, es un hombre de Dios y un hombre de oración. El sacerdote existe únicamente para Dios y para el culto. No debe dejarse atrapar por el mundo, como si el tiempo consagrado a Cristo en una oración íntima y silenciosa fuese tiempo perdido. En la oración silenciosa ante el sagrario nacen los frutos más espléndidos de nuestro ministerio pastoral. Muchas veces nos acecha el desaliento. La oración exige un esfuerzo y una ruptura con el mundo. A veces tenemos la vaga sensación de que Jesús calla. Sí, calla pero actúa. Él también se retiraba con frecuencia al silencio del desierto; necesitaba apartarse del mundo de los hombres para estar a solas con el Padre. Hubo un día en que ese rato de oración silenciosa fue arduo y doloroso. ¿Y qué hizo entonces?: «... oraba con más intensidad. Y le sobrevino un sudor como de gotas de sangre que caían hasta el suelo» ( Lc 22, 43-44). La oración puede ser extenuante y aparentemente estéril. En un mundo de ruido, dispersión y ajetreo; en un mundo ansioso por producir cada vez más, los sacerdotes tienen que encontrar tiempo para esconderse en la adoración silenciosa. Es ahí donde se desarrolla su identidad sacerdotal. Solo tendrán alma sacerdotal si están firmemente decididos a perseverar en la oración enseñando a los fieles a encontrarse con Jesús-Eucaristía en el silencio y la adoración. Es cierto que el sacerdote se enfrenta a numerosas obligaciones; a veces tiene que atender varias parroquias, presidir muchas reuniones y dedicar tiempo a sus feligreses. El buen pastor está disponible para todos, pero en su fuero interno sabe que la prioridad del ser sacerdotal consiste en estar con el Señor. San Carlos Borromeo solía decir: «No podrás curar las almas de los demás si dejas que la tuya se marchite. Acabarás no haciendo nada, ni siquiera por los demás. Debes
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