Se hace tarde y anochece
de Juan Pablo niegan, por tanto, su propia capacidad de transmitir los decretos de su cabeza. Al insinuar que el concilio ecuménico es la única autoridad apta para decidir determinados asuntos eclesiológicos, están participando en la erosión de la fe y del orden interno de la Iglesia. Quiero ser muy claro a este respecto. Declaraciones como estas reavivan los graves errores de quienes afirman que el concilio es capaz de actuar sin el papa o en su contra. El colegio episcopal solo puede tomar decisiones junto con su cabeza, el romano pontífice. Como recuerda el derecho canónico, «no hay ni apelación ni recurso en contra de una decisión o decreto del Pontífice Romano» (canon 333.3). Una apelación del colegio episcopal en contra de un documento papal equivaldría a negar el primado del sumo pontífice y su función constituyente respecto al propio colegio episcopal. Ahondando más en ello, algunos demuestran no haber comprendido por qué la eminente dignidad de la mujer no consiste únicamente en hacer lo que hacen los hombres. Dan la impresión de querer reducir a las mujeres a ser «hombres como los demás». La Iglesia necesita a las mujeres por lo que tienen de específicamente femenino. Ellas son, entre otras cosas, las guardianas del misterio de la maternidad carnal y espiritual. En su homilía del 1 de enero de 2018 el papa Francisco afirmaba: «El don de la Madre, el don de toda madre y de toda mujer es muy valioso para la Iglesia, que es madre y mujer. Y mientras el hombre frecuentemente abstrae, afirma e impone ideas, la mujer, la madre, sabe custodiar, unir en el corazón, vivificar. Para que la fe no se reduzca solo a ser idea o doctrina, todos necesitamos tener un corazón de madre, que sepa custodiar la ternura de Dios y escuchar los latidos del hombre». La Iglesia sabe que no puede vivir sin ese misterio que hay en la mujer. Pero el sacerdocio está esencialmente ligado a la masculinidad, al misterio del esposo y padre. Joseph Ratzinger veía el sacerdocio como una afirmación de la verdad de la Cruz. ¿Defiende usted esta idea? Satanás alimenta un odio violento contra los sacerdotes. Quiere mancharlos, degradarlos, pervertirlos. ¿Por qué? Porque con su vida proclaman la verdad de la cruz. Los sacerdotes y los consagrados no pueden dejar al mundo indiferente. Proclaman incluso con su carne esa verdad de la cruz. Siempre serán motivo de escándalo para el mundo. Ocupan el lugar de Cristo. Así lo afirmaba Joseph Ratzinger en un discurso pronunciado en Roma en 1977: «El lugar auténtico del Vicario de Cristo es la Cruz; ser vicario de Cristo significa mantenerse en la
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