Se hace tarde y anochece

La experiencia de la cruz es la experiencia de la verdad de nuestra vida. La verdad y la cruz son nuestros auténticos espacios de crecimiento humano y cristiano, porque en esos espacios está Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre. La cuestión de la verdad va unida ante todo a la cruz. El hombre o el clérigo que proclama la verdad de Dios se halla indefectiblemente subido en la cruz. Todos los cristianos, y los sacerdotes en particular, están permanentemente en la cruz para que, por medio de su testimonio, brille la verdad. Nosotros llevamos en nuestro cuerpo de un modo especial los sufrimientos de la muerte de Jesús para que también se manifieste en nuestro cuerpo la vida de Jesús. En Benedicto XVI la idea del vínculo entre la verdad y la cruz es fundamental. A ella recurre a menudo en Spe salvi: «En la historia de la humanidad, la fe cristiana tiene precisamente el mérito de haber suscitado en el hombre, de manera nueva y más profunda, la capacidad de estos modos de sufrir que son decisivos para su humanidad. La fe cristiana nos ha enseñado que verdad, justicia y amor no son simplemente ideales, sino realidades de enorme densidad. En efecto, nos ha enseñado que Dios —la Verdad y el Amor en persona— ha querido sufrir por nosotros y con nosotros. Bernardo de Claraval acuñó la maravillosa expresión: Impassibilis est Deus, sed non incompassibilis , “Dios no puede padecer, pero puede compadecer”. El hombre tiene un valor tan grande para Dios que se hizo hombre para poder com-padecer Él mismo con el hombre, de modo muy real, en carne y sangre, como nos manifiesta el relato de la Pasión de Jesús» ( Spe salvi , n. 39). Y añade el papa: «Digámoslo una vez más: la capacidad de sufrir por amor de la verdad es un criterio de humanidad» ( Spe salvi , n. 39). El sacerdocio cristiano es el escudo de esa humanidad salvada. Con su vida y con su ser, cada sacerdote es una luz portadora de esperanza. Pero esa llama muestra también la fealdad del pecado, denuncia el vacío de este mundo. Queridos sacerdotes, de cada uno de vosotros se podría decir lo que se dice de la cruz de Cristo: ¡escándalo para unos, locura para otros! Porque «la cruz es algo más grande y misterioso de lo que puede parecer a primera vista. Indudablemente, es un instrumento de tortura, de sufrimiento y derrota, pero al mismo tiempo muestra la completa transformación, la victoria definitiva sobre estos males, y esto la convierte en el símbolo más elocuente de la esperanza que el mundo haya visto jamás. Habla a todos los que sufren —los oprimidos, los enfermos, los pobres, los marginados, las víctimas de la violencia— y les ofrece la esperanza de que Dios puede

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