Se hace tarde y anochece

en el altar de la cruz, de quien es al mismo tiempo sacerdote y víctima, de aquel en cuyo nombre hablamos y actuamos cuando ejercemos el ministerio que hemos recibido» (Benedicto XVI, ibid .). ¿El celibato del sacerdote, el sacerdocio, la cruz y la verdad van indefectiblemente unidos? El celibato, el sacerdocio, la cruz y la verdad son realidades estrechamente vinculadas a Jesús, que es la piedra de tropiezo. Creo firmemente que el vínculo entre estos cuatro elementos representa la victoria del amor sobre el miedo. Acoger la verdad implica superar el veneno de la sospecha. Aceptar la cruz exige creer en el amor. La vida del sacerdote célibe es una declaración de plena confianza en Dios. Pero el mundo está dominado por el miedo. Está paralizado por ese sentimiento que destila el demonio y aísla a las personas. El individuo prefiere vivir inmerso en su propia tristeza y soledad antes que aceptar la dependencia del amor del otro. En la clausura del año sacerdotal, durante la vigilia con los sacerdotes celebrada en la plaza de San Pedro, Benedicto XVI insistía en esta dimensión esencial: «El celibato es un “sí” definitivo, es un dejar que Dios nos tome de la mano, abandonarse en las manos del Señor, en su “yo”, y, por tanto, es un acto de fidelidad y de confianza [...]. Es precisamente lo contrario de este “no”, de esta autonomía que no quiere crearse obligaciones, que no quiere aceptar un vínculo [...]. Así queremos avanzar y hacer presente este escándalo de una fe que basa toda la existencia en Dios. Sabemos que junto a este gran escándalo, que el mundo no quiere ver, existen también los escándalos secundarios de nuestras insuficiencias, de nuestros pecados, que oscurecen el verdadero y gran escándalo, y hacen pensar: “No viven realmente sobre el fundamento de Dios”. Pero ¡hay tanta fidelidad! Precisamente las críticas muestran que el celibato es un gran signo de la fe, de la presencia de Dios en el mundo. Pidamos al Señor que nos libre de los escándalos secundarios, para que haga presente el gran escándalo de nuestra fe: la confianza, la fuerza de nuestra vida, que se funda en Dios y en Cristo Jesús». Por medio del celibato, los sacerdotes atraviesan la capa de desconfianza y de sospecha que pesa sobre el mundo y lo separa de Dios. Su ejemplo es necesario y los hace creíbles. ¿Cómo vamos a animar a los jóvenes a la aventura del matrimonio indisoluble si ni siquiera nosotros somos capaces de entregar nuestra vida para siempre? Quizá el habernos acostumbrado a tanta abundancia de riqueza nos ha ido haciendo incapaces de arriesgar nuestra vida por amor. Nos hemos convertido en avaros instalados en el confort y la seguridad. Eso me trae

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