Se hace tarde y anochece
otra parte, estoy convencido de que, si en ciertas Iglesias orientales los fieles toleran la presencia de hombres casados ordenados, es porque esta se encuentra respaldada por la presencia masiva de monjes. El pueblo de Dios sabe intuitivamente que necesita hombres con una entrega radical. Supondría un desprecio hacia los habitantes de la Amazonía proponerles sacerdotes de «segunda clase». Sé que algunos teólogos como el padre Lobinger contemplan decididamente la creación de dos clases de sacerdotes: una formada por hombres casados que únicamente administrarían los sacramentos, y la otra constituida por sacerdotes en toda regla que ejercerían los tres oficios sacerdotales: santificar, predicar y gobernar. Esta propuesta es teológicamente absurda e implica una noción funcionalista del sacerdocio al pretender separar el ejercicio de los tres oficios sacerdotales, los tria munera , contraviniendo con ello las principales enseñanzas del Concilio Vaticano II que estipulan su unidad radical. No entiendo cómo alguien se puede dedicar a regresiones teológicas como esta. Creo que, so capa de la solicitud pastoral hacia los países pobres en sacerdotes, algunos teólogos desean poner en práctica sus descabelladas y peligrosas teorías. En el fondo, desprecian a esos pueblos. Los pueblos recientemente evangelizados necesitan contemplar la verdad plena del sacerdocio, y no una pálida imitación de lo que es un sacerdote de Jesucristo. ¡No despreciemos a los pobres! Los habitantes de la Amazonía tienen una imperiosa necesidad de sacerdotes que no se limiten a cumplir un horario fijo de trabajo antes de volver a casa para ocuparse de sus hijos. Necesitan hombres apasionados por Cristo, que ardan con su fuego, devorados por el celo de las almas. ¿Qué sería hoy de mí si no hubieran llegado los misioneros a vivir y morir en mi poblado de Guinea? ¿Habría deseado ser sacerdote si se hubiesen contentado con ordenar a algún hombre del poblado? ¿Se habrá enfriado tanto la Iglesia que ya no quedan entre sus hijos suficientes almas magnánimas que se levanten y marchen a anunciar a Cristo en la Amazonía? Yo, en cambio, creo que la perspectiva de una entrega plena a Dios es capaz de despertar los corazones aletargados de muchos jóvenes cristianos. ¡Solo falta que los obispos tengamos el valor de llamarlos! San Mateo hablaba de los eunucos por el reino de Dios... Las palabras del evangelista son muy claras: «Se acercaron a él [Jesús] entonces unos fariseos y le preguntaron para tentarle: “¿Le es lícito a un hombre repudiar a su mujer por cualquier motivo?”. Él respondió: “¿No habéis leído que al principio el Creador los hizo hombre y mujer, y que dijo: ‘Por eso dejará el
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