Se hace tarde y anochece

hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne’? De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Por tanto, lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre” [...]. Le dicen los discípulos: “Si esa es la condición del hombre con respecto a su mujer, no trae cuenta casarse”. “No todos son capaces de entender esta doctrina —les respondió él—, sino aquellos a quienes se les ha concedido. En efecto, hay eunucos que nacieron así del vientre de su madre; también hay eunucos que han quedado así por obra de los hombres; y los hay que se han hecho eunucos a sí mismos por el Reino de los Cielos. Quien sea capaz de entender, que entienda”» ( Mt 19, 3-6.10-12). El Evangelio es radical. Hoy hay quienes niegan estas palabras. En nombre de una pseudorrealización personal enfocada de un modo profano, se niegan a que un hombre renuncie a desarrollar su sexualidad en el matrimonio. No obstante, cuando existe una entrega a Dios, se recibe el ciento por uno. El celibato sacerdotal no es una mutilación psicológica: es la ofrenda libre y gozosa de una de nuestras capacidades naturales. Si la entrega de uno mismo se vive en intimidad con Cristo, lejos de provocar frustraciones en el sacerdote, expande y dilata nuestra capacidad de amar hasta alcanzar las dimensiones del corazón de Cristo. Precisamente porque se ha entregado enteramente a Dios, el sacerdote es libre de amar a todos sus hermanos con un amor casto: «Siempre habrá necesidad del sacerdote totalmente entregado al Señor y, por eso, totalmente entregado al hombre. En el Antiguo Testamento está la llamada a la santificación, que más o menos corresponde a lo que nosotros entendemos por consagración, incluso con la ordenación sacerdotal: hay algo que es consagrado a Dios y, por eso, es apartado de la esfera de lo común, es dado a Dios. Pero esto significa que desde ese momento está a disposición de todos. Precisamente por haber sido apartado y dado a Dios, ya no está aislado, sino que ha sido elevado gracias al “para”: para todos. Creo que esto se puede aplicar también al sacerdocio de la Iglesia. Significa que, por un lado, hemos sido entregados al Señor, apartados de la esfera común, pero, por otro, hemos sido entregados a él porque de este modo podemos pertenecerle totalmente y así pertenecer totalmente a los demás. Debemos tratar de explicar continuamente esto a los jóvenes, que son idealistas y quieren hacer algo por los demás; explicarles que precisamente el hecho de haber sido “apartados del común” significa “entrega al conjunto”, y que esto es un modo importante, el modo más importante de servir a los hermanos. Y de esto forma parte también el ponerse verdaderamente a disposición del Señor con la totalidad del propio ser y estar por eso totalmente a disposición de los hombres. Creo que el celibato es una expresión fundamental de esta totalidad y ya por esto es un gran reclamo en este mundo, porque solo

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