Se hace tarde y anochece

mediador entre el cielo y la tierra, entre Dios Padre y el género humano. En plena armonía con esa misión, Cristo conservó a lo largo de toda su vida en la tierra el estado de virginidad que expresa su entrega y su dedicación plenas al servicio de Dios y de los hombres. La castidad perfecta del sacerdote quiere manifestar no solo esa imitación, esa configuración con Cristo, sino también la intensa presencia de Cristo en cada sacerdote. El celibato sacerdotal anticipa lo que seremos en Dios en la plenitud de vida del Reino de los cielos. El celibato es un anticipo de la vida eterna junto a Dios. Las necesidades prácticas no pueden conducir a los hombres de Iglesia a entrar en una lógica de la rentabilidad. Somos obreros del reino eterno de Dios, y no representantes de una empresa internacional. Corremos el riesgo de cometer un grave error que la historia nos echaría en cara. Los doce apóstoles le dieron la vuelta al mundo. ¿Por qué nos preocupa tanto el número de sacerdotes? ¿No nos ha advertido Jesús que el Reino de los Cielos posee una fuerza, una energía propia y secreta que le permite crecer, desarrollarse y llegar al momento de la siega sin que el hombre lo advierta?: «Y decía: “El Reino de Dios viene a ser como un hombre que echa la semilla sobre la tierra, y, duerma o vele noche y día, la semilla nace y crece, sin que él sepa cómo. Porque la tierra produce fruto ella sola: primero hierba, después espiga y por fin trigo maduro en la espiga. Y en cuanto está a punto el fruto, enseguida mete la hoz, porque ha llegado la siega”» ( Mc 4, 26-29). La mies del Reino de los Cielos es inmensa y los obreros son pocos, tanto hoy como en los primeros tiempos: nunca han alcanzado el número que cualquier criterio humano consideraría suficiente. No obstante, el Señor del Reino pide que oremos para que sea el Dueño quien envíe obreros a su campo. Los pequeños proyectos humanos no pueden usurpar el papel de la misteriosa sabiduría de Aquel que, en el transcurso de la historia, ha desafiado con su locura y su debilidad la sabiduría y el poder del hombre. ¿Cuál sería su definición más exacta de la relación entre la ordenación y la pertenencia a Cristo? En virtud de la consagración recibida a través del sacramento del orden, existe un vínculo ontológico específico que une al sacerdote con Cristo. El sacerdote está configurado de un modo especial con Cristo, «el Camino, la Verdad y la Vida» ( Jn 14, 6). Está poseído, está inmerso en Cristo de un modo tan íntimo que

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