Se hace tarde y anochece

3 LA CRISIS DE LA IGLESIA NICOLAS DIAT: ¿Se puede decir que existe una crisis de la Iglesia? CARDENAL ROBERT SARAH: Visto con una mirada superficial y centrada en lo externo, hablar de una crisis de la Iglesia podría resultar sorprendente. Desde una perspectiva humana, el cristianismo se halla en plena expansión en determinadas partes del mundo. Pero yo no quiero hablar de la Iglesia como de una empresa cuyos resultados se miden en cifras. La crisis que vive la Iglesia es mucho más profunda: es como un cáncer que va corroyendo el cuerpo por dentro. Muchos teólogos como Henri de Lubac, Louis Bouyer, Hans Urs von Balthasar y Joseph Ratzinger han analizado por extenso esta crisis. Yo solo soy su humilde eco, el continuador de su análisis. El síntoma más alarmante es, sin duda, el modo en que los hombres y las mujeres que se declaran católicos eligen las verdades del Credo. A ello se refería Joseph Ratzinger con estas palabras durante una conferencia pronunciada en Munich en 1970: «Lo que antes era inconcebible, es hoy algo normal; personas que desde hace tiempo habían abandonado el credo de la Iglesia se consideran de buena fe como auténticos cristianos progresistas. Según estos, el único criterio para juzgar a la Iglesia es su eficiencia». En amplios sectores de la Iglesia se ha perdido el sentido de la objetividad de Dios. Cada uno parte de su propia experiencia subjetiva y se hace una religión a su medida. ¡Qué gran desgracia! Cada uno quiere construir su Iglesia, adaptada a su talla y a sus criterios. Pero una empresa así no le interesa a nadie. A los hombres les trae sin cuidado una Iglesia reducida a un partido, un club o una sociedad de pensamiento. De este tipo de instituciones humanas ya estamos sobrados. La Iglesia solo tiene interés porque es la Iglesia de Jesucristo, en la que Él se dona y me provoca asombro. En su Informe sobre la fe escribía el cardenal Ratzinger: «Es necesario recrear un clima auténticamente católico, encontrar de nuevo el sentido de la Iglesia como Iglesia del Señor, como espacio de la presencia real de Dios en el mundo. Es el misterio de que habla el Vaticano II con palabras terriblemente comprometedoras, en las que resuena toda la Tradición católica: “La Iglesia o

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