Se hace tarde y anochece
servicio eclesial. Un sacerdote teólogo es ante todo un pastor. No hay que olvidar que las definiciones dogmáticas son un servicio prestado a los «pequeños» de la Iglesia, y no un ejercicio de autoridad. Formulando la fe en palabras el magisterio permite que todos participen de la luz que Cristo nos ha dejado. El ejercicio de la teología comienza por el Catecismo y la predicación. Consiste en escrutar los misterios de la fe para expresarlos en términos humanos que puedan transmitirse al mayor número posible de personas. A veces me maravilla la profundidad teológica que algunos fieles alcanzan intuitivamente a partir de las verdades del Catecismo. En L’Humilité de Dieu , François Varillon escribe: «Cuando hace teología, la Iglesia no está honrando a su Dios como si fuera un Profesor Supremo que tematiza su ser en enunciados lógicamente articulados para satisfacción del espíritu». La Iglesia se limita a velar para que en cualquier momento y en cualquier lugar se reciba la luz de Cristo, del que ella es el Sacramento. Ese anhelo la lleva a formular en un momento determinado de la historia su reflexión sobre un misterio, a fin de que no se pervierta la relación de sus hijos con el Dios vivo. Esas formulaciones, derivadas de un estudio prolongado, inauguran también una nueva reflexión. Son tanto puntos de partida como líneas de meta. Si las palabras envejecen, nada impide que se renueven manteniendo la fidelidad al significado que encierran. Sí, debemos esforzarnos por decir mejor lo que ya se ha dicho, por formularlo de un modo cada vez más preciso, sin romper con la tradición. Debemos mantenernos firmes, inquebrantables, en la conservación de la tradición, la doctrina y los dogmas de la Iglesia. Sin polémicas, sin impaciencia, sin escándalos. El trabajo de deconstrucción de cierta teología que ha perdido el espíritu eclesial acaba influyendo forzosamente, antes o después, en la enseñanza de la catequesis; de tal manera que el Catecismo pierde la seguridad y la armonía que deberían caracterizarlo. Las críticas contra el Catecismo acusándolo de «desfasado» fueron un grave error de inicio. Hoy se suele presentar con demasiada frecuencia como una serie de hipótesis exegéticas sin relación lógica ni cronológica, que no añaden claridad alguna a ojos de los niños. Lo que hay que enseñar es la fe, y no las últimas teorías en boga que no tardan en ser descartadas por la exégesis histórico-crítica. La crisis se manifiesta también en lo que atañe a las relaciones entre los dos canales por los que nos es transmitida la única Revelación divina: la Sagrada Escritura y la tradición; es decir, entre la Biblia y la Iglesia, que entrega lo que ha recibido del Señor. Por influencia del protestantismo y de su noción fundamental de sola scriptura —solo las Escrituras, y no el magisterio—, los
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