Lux Dei
12 Al Co ntenido Todos, quienes estaban alli, ademas del sismo que sintieron, estaban con las ropas mojadas en grado sumo, la Santísima Virgen al ver que su Santísimo Hijo ya no tenía la vida terrenal y estaba en el proceso espiritual correspondiente, su alma estaba to- cada del sentimiento del amor purísimo, más entristecida por el evento que sucedió y que no volvería a ver a su hijo pasado mucho tiempo, ese sentimiento de alejamiento físico, de perdida natural del ser que estuvo en su vientre, de recordar verlo crecer y estar con él, alimentándose día a día con la luz eterna y el amor celestial, hacia brotar de su bello rostro lágrimas intensas que solo quienes estaban cerca de ella las perci- bieron. Arimatea, quien fue cohen tambien y miembro del Sanedrín, tenía todo el cuerpo hú- medo y sus ropas por igual, ya que como legislador y miembro importante, tendría la facultad de solicitarle a Poncio el permiso para descender el cuerpo y llevarlo a depo- sitarlo a un sepulcro, el mismo que tenía nuevo y que había hecho para él y que es- taba cerca del monte donde se llevó a cabo la crucifixión, José había escuchado varios sermones a Dios Santísimo Yashua y creyó en él, tenía una edad de adulto avanzado, asi que sus piernas ya no fueron tan veloces como de joven, sin embargo, reunió las fuerzas para ir con Pilatos que estaba más o menos a 900 metros y con la velocidad a la que podía trasladarse, tanto para bajar el monte como para subir las escaleras del Palacio del Prefecto, su traslado hasta ese lugar tardaría unos 10 minutos, desde lue- go, esquivando el cúmulo de piedras caídas el suelo lleno de lodo resbaladizo, asi co- mo a las personas que estaban en la vía pública, todavía estaban inmóviles por el suceso del movimiento de tierra y la lluvia que ya estaba cediendo. El prefecto, en ese momento, estaba girando instrucciones a sus soldados para afron- tar la catástrofe, fue cuando Arimatea llegó y le solicito la orden para que pudiera bajar el cuerpo del crucificado, misma que le extendió y conforme la tuvo en sus ma- nos, regreso al Gólgota tan rápido como pudo, ya que había pasado un tiempo precia- do. Descender el cuerpo no fue tarea fácil, ya que los clavos, de la longitud de más de 35 cms que tenían que ser, para sostener por las muñecas y poder penetrar a través del nervio mediano y el patibulum de poco más de 28 cms de espesor, asi como el clavo colocado en los pies sobre la madera vertical llamado stipes, esas alcayatas debían de
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