Porque soy catolico
en el que los antiguos artistas retrataban a las multitudes, aparece una cabeza con un nimbo de luz dorada; «pero yo pinto cientos de cabezas, y a todas las pinto con nimbo de luz dorada». Fue una gloria aferrarse a los hombres como hombres que son; una adoración mutua que tomó la forma de lo que es la fraternidad; y hasta el último y más miserable de los hombres debía formar parte de esta fraternidad; un negro jorobado y zopenco, tuerto y con tendencias homicidas, no debería pintarse sin su correspondiente nimbo. Esto podría parecer la expansión final del movimiento que empezó un siglo antes con Rousseau y los revolucionarios; crecí creyendo que ese movimiento era el comienzo de grandes cosas. Pero fueron como canciones antes del amanecer: y no existe comparación posible entre el amanecer y el mismo sol. Whitman fue un compañero en pleno día, mostrándonos infinidad de variedades de maravillosas y radiantes criaturas. Shelley adoró al hombre, pero Whitman adoró a todos los hombres. Cada rostro humano, cada cualidad, era motivo de poesía mística, como una luz que por casualidad se convierte en una antorcha, un rostro aquí y allá entre la multitud. Un rey era un hombre más al que se trataba como cualquier hombre debía ser tratado. Un dios era un hombre adorado como debían ser adorados todos los hombres. ¿Qué podrían hacer ellos contra una raza de dioses y una república de reyes; no es acaso un Nuevo Mundo? Bien… aquí está lo que el señor Foerster dice sobre la actual posición del fundador del nuevo mundo de la democracia: Nuestra ciencia actual nos presta un pequeño apoyo a una inherente «dignidad del hombre» o hacia su «perfección». Es completamente posible que la ciencia en el futuro nos lleve desde la democracia hacia alguna forma de aristocracia. Las expectativas que sobre el nuevo milenio construyó Whitman sobre la ciencia y la democracia, sobre las que ahora estamos bien informados, descansan sobre cimientos inestables… La perfección de la naturaleza, la bondad natural del hombre «el gran orgullo que siente el hombre por él mismo» se contrarresta con un humanitarismo emocional; esos son los materiales de una estructura ligeramente coloreada de modernidad. Sus políticos, su ética y su religión pertenecen al pasado, incluso esa superficial «religiosidad» con la que él esperaba difundir y completar el trabajo de la ciencia y la democracia… Debemos concluir que, en los puntos esenciales de su profecía, Whitman se ha visto contradicho por los acontecimientos. Ésta es una afirmación muy justa y considerada; sería fácil llegar a la misma conclusión con afirmaciones mucho más duras. Aquí está un contundente comentario hecho por el señor H. L. Mencken: «Ellos (se refiere a ciertos pensadores de corte liberal o que en su momento lo fueron) se han dado cuenta de que aquellos tarados por quienes sudaron la gota gorda tratando de salvarles no deseaban ser salvados ni merecía la pena hacerlo». Ése es el Nuevo Espíritu, si es que de verdad existe un Nuevo Espíritu. «Construiré ciudades invencibles, en las que los brazos y los cuellos se sientan unidos», gritaba Walt Whitman «por el amor de los camaradas, por el amor imperecedero de los camaradas». Me gusta imaginar la expresión de la cara del señor Mencken, de Baltimore, si algún camarada ocasional tratara de hacerle invencible rodeándole el cuello con su brazo. Pero semejante planteamiento ha expirado para gente mucho menos dura que el propio señor Mencken. Ha expirado para un hombre Página 113
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