Porque soy catolico
sentimiento de compasión por el hombre se ha contaminado con una conexión histórica del sentimiento de caridad cristiano; e incluso, en el caso de los animales, con el ejemplo de muchos santos cristianos. No hay más que ver que un nuevo sentimiento de rechazo hacia estas religiones con cierto toque sentimentaloide no liberará al hombre de la obligación de sentir compasión por el dolor en el mundo. Como Nietzsche, otros muchos neopaganos que trabajan en una línea parecida a la suya han planteado la necesidad de mostrarse más duros y buscar además una mayor pureza intelectual. Y tras leer muchos poemas modernos sobre el Hombre del Futuro, escritos con el frío acero e iluminados con el poco cálido fuego verde, no me resulta difícil imaginar una literatura que pudiera enorgullecerse de hacer gala de una objetividad férrea y despiadada. Podría entonces conjeturarse que ha desaparecido la última de las virtudes cristianas. Pero mientras ellos vivieron no dejaron de ser cristianos. En cualquier caso, no creo que el humanismo y la religión sean rivales en términos equitativos. Creo que existe una rivalidad entre las fuentes y las piscinas; o entre los tizones y el fuego. Cada uno de esos viejos intelectuales arrebató un tizón del fuego imperecedero; pero la cuestión es que, aunque sacudió la antorcha con mucha energía, incendiando medio mundo con ella, la antorcha se acabó apagando con rapidez. Los puritanos no han perpetuado su sublime exaltación del desamparo; sólo la han hecho impopular. No vamos a seguir mirando indefinidamente hacia las gentes de Brooklyn con la perspectiva de Whitman; hemos llegado a considerarlos con rapidez con la óptica de Dreiser. En pocas palabras, desconfío de los experimentos de corte espiritual que están al margen de la tradición; por la simple razón de que pienso que ellos tampoco confían en esos experimentos, aun cuando consiguen difundirlos. Como mucho, persistirán durante una generación; lo más probable es que no pasen de una moda pasajera; y como poco sólo surtirán efecto en una pequeña camarilla. No creo que tengan el secreto de la continuidad, desde luego no la de una continuidad de carácter colectivo. A un anticuado y viejo chocho demócrata como yo puede disculpársele el hecho de darle cierta importancia a la cuestión final; la que envuelve a la vida cotidiana de la humanidad. ¿Cuántos humanistas se supone que hay entre las clases más humildes de los seres humanos? ¿No más que los filósofos griegos que había entre el feliz populacho de griegos paganos y politeístas? ¿O tal vez no más que los hombres que, concentrados en la Cultura de Matthew Arnold, se encontraban entre las multitudes que seguían al cardenal Mannin g [10] o al general Booth. [11] No intento despreciar al humanismo; creo entender la diferenciación intelectual que plantea, y he tratado de entenderlo con un espíritu de humildad; pero siento un vago interés por saber cuánta gente, al margen de las maltratadas y aturdidas masas, espera de verdad entenderlo. Y lo pregunto con verdadero interés personal; por esos trescientos millones de personas que aceptan los mismos misterios que yo acepto y vivo por medio de la fe que profeso. De verdad que deseo saber si se ha previsto que habrá trescientos millones Página 118
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