Porque soy catolico
iguales, y sobre lo absurdo de la autoridad y lo degradante que es la obediencia. De momento no pienso debatir directamente semejantes temas. Pero lo que me deja asombrado, dentro de un sentido lógico, es que ninguno de esos miles y miles de novelistas y periodistas parece haberse formulado la pregunta más evidente. Al parecer nunca se les ha ocurrido inquirir sobre qué pasaría con las obligaciones opuestas. Porque si el hijo es libre desde el primer momento para desatender el consejo del padre, ¿por qué no ha de ser libre también el padre desde el primer momento para desatender al hijo? Si el señor Jones, padre, y el señor Jones, hijo, son dos ciudadanos libres e iguales, ¿por qué uno de esos dos ciudadanos ha de cuidar y proteger al otro durante los primeros catorce o quince años de su vida? ¿Por qué se supone que el señor Jones padre, ha de correr con todos los gastos de alimentación, vestido y alojamiento de otra persona que se siente totalmente libre e independiente de él? Si no se le puede pedir al brillante joven que tolere y aguante a su abuela, que se ha vuelto un poco pesada, ¿por qué esa abuela o esa madre han tenido que soportar al jovencito en unos años en que también ellas eran jóvenes y brillantes? ¿Por qué tuvieron que cuidarlo cuando él apenas sabía hablar y, por consiguiente, no era capaz de aportar nada a una sencilla conversación? ¿Por qué el señor Jones tuvo que suministrar comida y bebida a un ser como el joven Jones, cuando éste se encontraba en las primeras etapas de su vida? ¿Por qué, en resumen, no lo arrojó por la ventana cuando era niño; o, en el mejor de los casos, lo puso de patitas en la calle? Es evidente que estamos hablando de una relación que tal vez sea igualitaria pero que en modo alguno es similar. Sé que algunos reformadores sociales tratan de marginar esta situación y de eliminar la función paterna apoyándose en algunas difusas ideas sobre el Estado, o sobre una abstracción llamada educación. Pero eso, como muchos otros conceptos expuestos a veces por personas de sólida formación científica, no es más que un completo espejismo, una absoluta ilusión, que se basa en una nueva y extraña superstición, en la idea de los infinitos recursos que posee una organización. Como si los funcionarios crecieran como la hierba, o se engendraran como conejos. Se quiere suponer que existe una oferta infinita de empleados y de sueldos para pagarlos; y que tales personas pueden llevar a cabo todo cuanto los seres humanos necesitan hacer por sí mismos, incluyendo el cuidado de los hijos. Pero los hombres no pueden dedicarse exclusivamente a los trabajos de una niñera, ni pueden proporcionar un tutor a cada ciudadano joven; porque, ¿quién sería entonces el tutor de esos tutores? Los seres humanos no pueden ser educados por máquinas. Y aunque pueda existir un robot que nos haga el trabajo de un albañil o de un basurero, nunca podrá haber un robot que desempeñe el papel de maestro o de institutriz. Esta teoría presupone que una sola persona ha de ocuparse de cientos de niños, en lugar de que cuide de un número razonable. En condiciones normales, la persona, el padre o la madre, realizan esos trabajos de forma natural y espontánea sin exigir por ello salario alguno, y dándole a su hijo el afecto y el cariño que es natural, y que incluso podemos observar Página 122
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