Porque soy catolico
entre los animales. Si usted corta ese lazo natural y lo sustituye por un sistema asalariado, se estará comportando como el necio que paga a alguien para que haga girar la rueda de su molino cuando podría emplear para esa labor la fuerza del viento o del agua que no habrían de costarle nada; o como el pobre loco que riega cuidadosamente su jardín con una regadera, mientras sostiene un paraguas para protegerse de la lluvia. Resulta necesario que mencionemos estas perogrulladas, porque sólo haciéndolo así podremos tener una vaga idea de las razones que apoyan la necesidad de la familia, necesidad a la que me refería al iniciar este ensayo. Semejantes evidencias eran plenamente conocidas por nuestros padres, que creían en los lazos del parentesco y, también, en los lazos de la lógica. Pero hoy día nuestra lógica consiste básicamente en olvidar semejantes lazos, y nuestras familias abundan en miembros ausentes. De todos modos, éste es el final adecuado para empezar cualquier investigación; y no el final de algún tipo de enredo en el que se trata de justificar por qué fulanito se ha vuelto un tipo molesto, o menganita se ha ido de casa. Si ellos quieren destruir la familia porque no le ven utilidad, yo les diría lo que ya dije al principio: aunque no veáis su utilidad haríais mucho mejor en conservarla. Porque no ganarán gran cosa pensando en destruirla antes de ver la utilidad que pueda tener. Pero, además, existen otras cosas, aparte del hecho evidente de realizar una labor social por amor cuando no puede hacerse por dinero; incluso (casi me atrevería a afirmar) en el caso de que haya de reembolsarse con amor, ya que nunca podrá ser reembolsada con dinero. Sobre este punto resulta fácil, en general, analizar la situación. El sistema actual de nuestra sociedad, a pesar de estar sujeto a una cultura básicamente industrial y a enormes abusos y serios problemas es, sin embargo, normal. Se basa en la idea de que una comunidad está formada por un cierto número de pequeños reinos, de los cuales el hombre y la mujer se convierten en sus correspondientes rey y reina y en el que ejercitan una razonable autoridad, sujeta siempre al sentido común de la comunidad, hasta que sus componentes crezcan y puedan formar, a su vez, nuevos y similares reinos en que ejercitarán una autoridad parecida. Ésta es, pues, la estructura social de la humanidad, sumamente antigua y más universal que todas las religiones conocidas. Y cualquier intento que se haga para alterarla no será más que mera cháchara y tontería. Pero la otra ventaja de los pequeños grupos es algo que ahora no se ve realizado. De nuevo tenemos aquí el hecho de que la literatura y el periodismo de nuestro tiempo se ven dominados por algunas increíbles ilusiones. Y semejantes ilusiones existen en tal grado que bien podemos afirmar que, en el plano práctico, cuando se ha dicho un millar de veces de una cosa que es cierta, se puede pensar que tal cosa es evidentemente falsa. Esto es algo que merece ser apuntado aquí. Indudablemente, es necesario que se diga algo en contra de la domesticidad y a favor del cambio que generalmente se ha experimentado en la vida en hoteles, clubes, universidades y otras asociaciones comunales; y también a favor de una vida social organizada en el plano Página 123
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