Porque soy catolico

del gran sistema comercial de nuestros días. Pero la sugerencia, verdaderamente extraordinaria, es la que se hace con frecuencia de que tal huida del hogar es una huida hacia una mayor libertad. En realidad se presenta este cambio como algo favorable a la libertad. Evidentemente, para alguien que piense un poco se trata de todo lo contrario. Es evidente que la división de la sociedad humana en parcelas domésticas no es perfecta, como toda realización humana. No logra una libertad completa; cosa, por lo demás, difícil de lograr o, incluso de definir. Pero, por simple cuestión aritmética, resulta más conveniente organizar a un gran número de personas bajo un control particular que establecer enormes organizaciones que regulen a la sociedad desde fuera, tanto si se trata de sistemas legales, comerciales o meramente sociales. Es un hecho meridiano que existen en la sociedad más padres que agentes de policía, políticos, jefes de grandes negocios o directores de hotel. Como pronto indicaré, este argumento se aplica de forma indirecta a los hijos, y directamente a los padres. Pero el punto capital es que el mundo externo al hogar se encuentra ahora bajo una disciplina y una rutina rígidas, y es solamente dentro del hogar en donde se puede encontrar un espacio para la individualidad y la libertad. Cualquiera que salga de su casa se ve obligado a marchar en una especie de procesión, todos del mismo modo y, en cierta forma, vestidos de igual manera. Las empresas, en especial las grandes empresas, se encuentran organizadas actualmente como si fueran ejércitos. Se trata, como alguien podría decir, de un tipo de militarismo suave en el que no hay derramamiento de sangre; un militarismo, diría yo, sin las virtudes militares. Pero, en cierto modo, resulta evidente que los empleados de un banco o las camareras de una cafetería se encuentran más reguladas que cuando regresan a sus viviendas y disfrutan viendo u oyendo sus programas favoritos o gozan con sus pequeños placeres. Pero esto, que resulta tan evidente en el plano comercial, no es menos cierto en el plano social. En la práctica, la búsqueda del placer se reduce a la búsqueda de lo que está de moda. Y la búsqueda de lo que está de moda es sencillamente la búsqueda de lo convencional, aunque se disfrace con una nueva convención. Los bailes y diversiones de todo tipo que puedan ofrecer hoteles y establecimientos públicos no proporcionan en realidad una mayor independencia que la que podían ofrecer las actividades del pasado. Si una joven de buena posición quiere hacer lo que hacen las demás jóvenes de buena posición, seguramente se divertirá porque la juventud es alegre y la sociedad también lo es. Pero disfrutará con su modernidad exactamente igual que lo hacían sus abuelitas en su tiempo. Tal diversión es la diversión que proporciona lo convencional, no lo que proporciona la libertad. Es completamente saludable para todos los jóvenes de todas las épocas históricas el que, hasta cierto punto, se agrupen, se reúnan y se copien unos a otros. Pero en ello no hay nada que resulte particularmente novedoso y, por supuesto, nada que sea especialmente libre. La chica a la que le guste cortarse el pelo, empolvarse la nariz y llevar falda corta, encontrará sin duda que el mundo está pensado para ella, por lo que Página 124

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