Porque soy catolico
seguirá tan campante marchando con los demás. Pero aquella otra que prefiera dejarse la melena hasta los talones y vestirse con colores chillones o (cosa verdaderamente terrible) dejarse la nariz en su estado natural, tendrá que componérselas para hacer todo eso en su propia casa. Si la duquesa quiere saltar a pídola, no debe ponerse de golpe a dar saltos de rana en la sala de baile del Hotel Babilon, cuando el local se encuentra repleto de docenas de parejas que bailan la última danza de moda. Así que lo mejor que puede hacer la buena de la duquesa es reservar sus habilidades para brindárselas a sus amistades más íntimas en el precioso salón de su castillo. Si el deán quiere hacer el pino, seguro que podrá hacerlo con más comodidad en su propia residencia que interrumpiendo los actos sociales programados para recaudar fondos con fines benéficos. Si tales comportamientos existieron y se respetaron siempre en el ámbito comercial e, incluso, en el social, no será menester decir que lo mismo sucede y, así tiene que ser, en el ámbito de lo político y de lo legal. Por ejemplo, las penas que impone el Estado no son más que vagas generalizaciones; y tan sólo los castigos domésticos pueden adaptarse a casos individuales, porque sólo en el marco hogareño puede conocer el juez las características propias de la persona reprendida o castigada. Si el pequeño Tommy coge un dedal de plata del cestillo de costura, su madre podrá actuar de acuerdo con lo que ella conoce del comportamiento del chiquillo, es decir, si éste cogió el objeto por pura broma o lo hizo para venderlo o para causarle problemas a alguien. Pero si el mismo Tommy coge ese dedal de plata en una tienda, la ley no solamente puede sino que debe castigarlo de acuerdo con lo que se haya establecido para los hurtos cometidos por rateros en joyerías. Tan sólo en el ámbito de la disciplina doméstica podemos encontrar una atmósfera de simpatía o de cierto humor. No quiero decir con esto que las familias siempre obren así; lo que pretendo decir es que el Estado nunca debiera ocupar el papel de aquéllas. De modo que aun cuando consideremos a los padres como auténticos gobernantes y a los hijos como meros súbditos, la relativa libertad existente en la familia puede, y así suele hacerlo, actuar en beneficio de dichos «súbditos». Porque mientras los hijos sean pequeños siempre tendrán que obedecer a alguien. La pregunta que surge aquí es si los sentimientos afectivos de esos «gobernantes», que nadie más que ellos pueden sentir, se encuentran adecuadamente distribuidos. A mí me parece que existe una distribución normal de estos sentimientos, lo que otorga una mayor libertad a gran parte de las personas. Cuando me quejo del éxodo que se experimenta en las familias es porque lo considero poco inteligente. La gente no sabe lo que está haciendo; y no lo saben porque ignoran lo que están deshaciendo. Hay toda una multitud de manifestaciones modernas que van desde la más grande hasta la más pequeña, desde el divorcio hasta el party doméstico. Pero todas ellas constituyen un escapismo o una evasión; y más especialmente una evasión del punto que tocamos. La gente debiera decidir de forma profunda si desea el tradicional orden social o no; o, si bien, existe otra posible y Página 125
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