Porque soy catolico
P V Lógica y tenis or lo general, cuando decimos que dudamos del progreso intelectual producido por el protestantismo, el racionalismo y el mundo moderno suele surgir un debate muy confuso que es una especie de enredo terminológico. Pero, hablando en términos generales, la diferencia que hay entre nosotros y nuestros críticos es la siguiente: ellos entienden por crecimiento un aumento del enredo, mientras que nosotros entendemos por pensamiento el desenredar el enredo. Incluso preferimos un poco de cable limpio y desenredado que todo un bosque de enredos. De nada nos vale que se hable mucho de un tema, que se le den muchas vueltas, que haya mucha gente que lo toque, o que existan muchos libros y eruditos que lo mencionen, si todos ellos emplean mal los términos, comprenden mal el tema a tocar y citan a los especialistas al tuntún y sin demasiado criterio; al final llegarán a un resultado erróneo. Un aldeano que se limita a decir: «Tengo cinco cerdos; si mato uno, me quedarán cuatro», está razonando de un modo muy sencillo y elemental, pero lo hace de una forma tan clara y correcta como lo podrían hacer Aristóteles o Euclides. Pero supongamos que le da por llamar a uno de los cerdos Tierra, al otro Capital y a un tercero Exportaciones, y que finalmente llega a la conclusión de que cuantos más cerdos mate más le quedan; o que si ensucia un sembrado hará disminuir el número mundial de cerdos. No habrá hecho más que aprender una terminología económica que tan sólo le servirá para verse enredado en la falacia económica. Una falacia en la que jamás habría caído si se hubiera limitado al divino dogma de que un cerdo es un cerdo. Por nuestra parte, no queremos aceptar semejante formación intelectual; y en una situación así preferimos al campesino ignorante que al pretencioso instructor. Pero no lo hacemos porque pensemos que la ignorancia es mejor que la instrucción, o que la barbarie sea mejor que la cultura. Lo hacemos simplemente porque pensamos que un corto tramo de una cadena que sea lógica es siempre mejor que una interminable extensión de interminables enredos. Sencillamente, preferimos al hombre que es capaz de hacer bien una rudimentaria suma que aquel que hace mal una complicada división. Ahora bien, lo que observamos en toda la actual cultura periodística y en los debates en general es que la gente no sabe cómo ha de hacer para empezar a pensar. Y no es sólo que sus ideas sean de tercera o cuarta mano, sino que su forma de pensar empieza siempre demasiado tarde. La gente ignora de dónde proceden sus propias ideas, ni sabe tampoco lo que ellas implican. Llegan siempre al final de una controversia y nada saben de dónde y cómo empezó. Constantemente están asumiendo ciertos principios absolutos que, si estuvieran bien definidos, les chocarían profundamente y los considerarían, no principios absolutos sino absolutos Página 127
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