Porque soy catolico

absurdos. Pensar de ese modo es estar metido en un enredo. Y todo eso se ve respaldado siempre por algo que se considera entendido cuando, en realidad, ha sido mal entendido. Veamos un ejemplo. Leo un artículo del admirable señor Tilde n [12] , el gran jugador de tenis, que habla sobre lo que marcha mal en el tenis británico. «Nada puede salvar al tenis británico», decía, a menos que se pongan en práctica ciertas reformas capitales que procedía a explicar. Al parecer, los ingleses tienen una forma un tanto curiosa y poco natural de ver el tenis como un juego, o como algo que sirve exclusivamente para disfrutar. Admitía que esta postura es parte del espíritu amateur (como muy bien apuntaba) que impregna todas las cosas que también forman parte del carácter nacional. Pero para el autor del artículo todo eso se encontraba integrado en lo que él denominaba «salvar el tenis inglés». Y quería referirse con ello a lo que para algunos sería un tenis perfecto y para otros no sería más que un tenis profesional. Ahora bien, tomo este juicio como una frase extraída al azar de los periódicos, que expresa la opinión de una persona muy entendida en el tema del que habla. Pero lo que él no comprende es precisamente lo que supone que debiera ser comprendido. Aunque conoce a la perfección el tema no sabe, sin embargo, de lo que está hablando; porque ignora lo que, en realidad, está dando por sentado. No comprende la relación existente entre medios y fines, o entre axiomas y deducciones, de su propia filosofía. Y probablemente nadie se sentirá más sorprendido, y legítimamente indignado que él, si llegáramos a decirle que los principios fundamentales de su filosofía parecen ser los siguientes: 1) Existe en el orden natural un cierto Ser, absoluto y sobrenatural, que se llama «señor Tenis». 2) Todos los seres humanos existen para la mayor gloria de este señor Tenis y deben acercarse a su perfección y cumplir su voluntad. 3) Y para cumplir de modo más satisfactorio semejante deber han de someter sus naturales deseos de disfrutar de la vida. 4) Están obligados, asimismo, a serle, ante todo, leales; y a amarle de forma todavía más apasionada que a las tradiciones patrióticas y que a la conservación de la cultura y el carácter nacionales, por no mencionar las virtudes del país. He aquí el credo, o esquema de doctrina, que se expone sin definirlo. El único modo que tenemos de salvar el tenis es impedir que sea un juego; y la única forma de salvar el tenis inglés es impedir que sea inglés. A estos sesudos pensadores no se les ocurre pensar que a muchas personas seguramente les gusta este juego porque es inglés y que disfrutan de él porque está hecho precisamente para eso, para disfrutar. Hay, al parecer, en todo esto una especie de abstracto nivel divino, que está por encima de todo y al que se deben sacrificar placeres y afectos. Cuando los cristianos dicen algo parecido de los sacrificios que deben hacerse por amor a Cristo, la cosa suena muy fuerte. Pero cuando los jugadores de tenis hablan de los sacrificios que exige el juego, todo parece muy natural y oportuno, en esta confusión en que se desenvuelve el pensamiento y la forma de expresarse de nuestros días. Y nadie parece Página 128

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA0OTIx