Porque soy catolico
prójimo. «¿Cuántas personas, en el momento de su muerte, se sienten confortadas con el pensamiento de los Treinta y Nueve Artículo s [16] , la Predestinación, la Transustanciación, la doctrina del castigo eterno y la creencia de que Cristo retornará en el Séptimo Día?». Todos los puntos constituyen un curioso listado, pero es el último de ellos el que me resulta especialmente misterioso. Porque lo único que puedo decir al respecto es que si Cristo fue el que nos ofreció ese mensaje original y verdaderamente reconfortante de amor, no entiendo muy bien a qué se debe su regreso del Séptimo Día. También me parece oportuno establecer algunas distinciones referentes al resto de esa lista tan singular. Puedo decir que en mi caso jamás logré un consuelo profundo y cordial con los Treinta y Nueve Artículos, ni tampoco sé de nadie que lo haya logrado. Con respecto a la idea de la predestinación existen generalmente, dos opiniones: la de los calvinistas y la de los católicos, y me resultaría muy poco tranquilizador aceptar la primera en lugar de la segunda. La diferencia que existe entre ambas teorías es creer que Dios sabe, de hecho, que yo escogeré el camino del mal; y la otra creer que Dios me ha entregado al mal sin que yo tenga ninguna otra opción para escoger. En lo tocante a la Transustanciación, resulta menos fácil poder hablar de ello; pero me agradaría indicar que, en la práctica, existe una considerable diferencia entre el Jehová que se extiende poderosamente por todo el universo y el Jesucristo que entra sencillamente en casa. Pero toco estos ejemplos de forma fugaz y a regañadientes porque ilustran un tema mucho más amplio en esta interminable forma de pensar. Consiste ésta en hablar como si el problema moral del hombre fuera una cosa muy simple, lo cual, como todo el mundo sabe, no es verdad; y después se pasa a despreciar cualquier intento de resolver ese problema utilizando términos muy largos y muy técnicos, y a hablar de ceremonias sin sentido sin preocuparse por indagar cuál es el verdadero significado de esas ceremonias. En otras palabras, sería exactamente igual a quien dijera de la medicina: «Todo lo que yo pido es tener salud». ¿Hay acaso mejor bien que la salud? ¿Por qué no hemos de desear disfrutar para siempre de la alegría de la juventud y del gozo de sentirnos bien? ¿Por qué se han de estudiar ciencias tan áridas y difíciles como la anatomía y la fisiología? ¿Por qué indagar en los entresijos de los órganos más complejos del cuerpo humano? ¿Por qué hay que hacer distinciones pedantes entre lo que se etiqueta como veneno y lo que se considera antídoto, cuando es tan sencillo disfrutar de la salud? ¿Por qué preocuparse con precisión milimétrica del número de gotas necesarias de un medicamento o de la dosis exacta de otro, cuando la salud es una cosa tan bella? ¡Fuera con todos esos instrumentos, fonendos y termómetros, con el número de pulsaciones, el examen de la lengua, de las pupilas y todo lo demás! El dios Asclepio sólo vino a la Tierra para informarnos de que la vida es preferible a la muerte; y semejante pensamiento deberá consolar a los moribundos desatendidos por los médicos». Dicho con otras palabras: el Artículo de Siempre, que ahora mismo es infinitamente viejo, siempre se limitó a decir tonterías, incluso cuando era nuevo. Página 140
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