Porque soy catolico
Muerto. Pero todavía se puede replicar de forma más precisa que el protestantismo está afirmando lo que, posiblemente, ninguna religión afirme en estos momentos. Porque está afirmando la lealtad a su fe de millones de agnósticos, ateos, teósofos, seguidores de cultos asiáticos y otros elementos a los que les preocupan muy poco los asuntos religiosos. Pretender que todos ellos son protestantes significa mermar considerablemente el prestigio del protestantismo, lo cual lo convierte en algo simplemente negativo; y la sal no es negativa. Al tomar estas ideas de forma textual y someterlas a la prueba del problema actual de elección religiosa, nos encontramos desde el primer momento frente al dilema de la religión tradicional de nuestros padres. Tal como se denomina aquí al protestantismo, puede ser una cosa tan pronto negativa como positiva. Si es positivo, no hay duda alguna de que está muerto. En la medida en que constituía un conjunto de creencias espirituales de índole especial, es algo en lo que ya no se cree. Actualmente ya casi nadie sostiene el auténtico credo protestante, y mucho menos los propios protestantes. Hasta tal punto han perdido su fe, que hasta generalmente se han olvidado de lo que era. Si hoy le preguntáramos a cualquiera si se salvará gracias a la teología, o si el hacer el bien al prójimo (a los pobres, por ejemplo) nos conducirá al Reino de los Cielos, sin duda nos contestaría que a Dios le resultan más gratas las buenas obras que la teología. Presumiblemente se quedaría muy sorprendido al saber que durante los últimos trescientos años el único bagaje del protestantismo fue la fe en la propia fe, mientras que la fe en las buenas obras constituyó el vergonzoso bagaje del innoble papista. El inglés corriente (para referirnos una vez más a nuestro viejo amigo) no albergaría la menor duda sobre la idoneidad de la contienda intelectual entre catolicismo y protestantismo. Si cree de alguna manera en Dios, o incluso si no cree, sin duda se inclinará por un Dios que ha creado a los hombres para que sean felices y cuyo deseo es salvarlos a todos, a otro Dios que los creó deliberadamente para que pecasen y se condenasen eternamente. Pero ésta fue la disputa; y fueron precisamente los católicos los que defendieron la primera teoría, y los protestantes los que se apuntaron a la segunda. El hombre moderno no solamente no comparte, sino que no logra entender, la antinatural aversión de los puritanos a la relación que todo tipo de arte y de belleza pueda tener con la religión. Y, no obstante, tal fue la auténtica protesta de los protestantes. Y por ello nos encontramos que en plena era victoriana las matronas protestantes se quedaban escandalizadas ante un vestido blanco, y ya no digamos si era de color. En prácticamente todos los cargos importantes de los que la Reforma acusó a Roma, ésta fue absuelta por un jurado universal. Naturalmente, es cierto que podemos encontrar fallos considerables en la Iglesia católica, fallos que causaron serias revueltas antes de que se produjera la Reforma. Lo que no podemos encontrar es tan sólo uno de esos fallos que fueran reformados por la mencionada Reforma. Por ejemplo, constituía un abominable abuso que la corrupción existente en los monasterios permitiese que el rico noble fuese elegido abad y se Página 144
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