Porque soy catolico
Bien puede estar vinculada con aspectos más místicos del tema, sobre los que no voy a especular, dado que constituirían problemas muy sutiles aún para el teólogo más versado; temas que se refieren a la voluntad de creer y al mecanismo de la gracia. Y al hecho de que se necesita algo más que la razón para poder introducirnos incluso en la más razonable de todas las filosofías. Pero al margen de todos estos misterios, creo que hay otra razón de orden humano e histórico. El asunto que hace que la filosofía católica se vea relegada es el mismo que hace realmente imposible relegarlo. Es precisamente el hecho de que fue algo que se dio por muerto y que ahora, increíblemente, resucita. Al hombre corriente no le importa demasiado conocer el ritual exacto con el que los augures romanos examinaban las entrañas de las bestias u observaban el vuelo de los pájaros, porque está convencido de que el mundo no volverá a practicar aquel tipo de religión. Y el mundo estuvo una vez casi tan seguro de que no volvería esta otra religión romana. Ese hombre corriente no se sentiría muy avergonzado por haberse equivocado a la hora de mezclar los metales según la imaginaria fórmula de un alquimista, descrita en una novela histórica; porque está totalmente convencido de que los alquimistas sólo volverán como personajes de novela pero nunca como entes reales. Hubo una época en la que dicho hombre se sintió tan a salvo de los abades como podía estarlo de los alquimistas. Pero ese tiempo ya ha pasado; y a ese confiado desdén, como ya he dicho, le ha seguido una curiosidad casi inquietante. Pero los hábitos mentales se superponen; y al instante ya fenecido en el que se descartaban los hechos le acompaña ahora, hombro con hombro, una nueva ansiedad sobre las posibilidades. Y no se mostrarán tan ignorantes sobre el tema si deciden que no estaba muerto. Tampoco se mostrarán irritados si descubren que el tema, en realidad, estaba vivo. Porque la ignorancia se acumula igual que el conocimiento. Y estos nuevos críticos son los herederos de aquel interés acumulado durante cuatrocientos años de una ignorancia convertida en indiferencia. En este momento ya no se muestran indiferentes, pero siguen siendo ignorantes. Se han visto despertados en plena noche, y lo que ven no podrán negarlo ni tampoco entenderlo. Porque están viendo a alguien que estaba muerto y que ahora camina; y el resplandor de esa muerte viviente echa por tierra a los más viejos detalles de la vida. Y todas las fábulas en las que han creído y todos los hechos que ya han olvidado son absorbidos por igual por ese milagro que no pueden entender ni olvidar. Página 152
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