Porque soy catolico
L XI La primera ave de la historia a figura de Santa Juana de Arco, estrella y relámpago, extraña como un meteorito cuya solidez no es de este mundo, puede compararse también con un diamante entre guijarros, como la única piedra blanca de la historia. Al igual que un diamante, es transparente pero no es simple, tal como algunos entienden la simpleza, porque muestra muchas facetas y aspectos. Hay uno de esos aspectos en la figura de Santa Juana que nunca he encontrado suficientemente estudiado y que me parece digno de estudio. Se refiere a esa acusación muy extendida contra la Iglesia católica que, según se dice, siempre va a remolque de los tiempos. Cuando me hice católico me encontraba totalmente preparado para reconocer que en muchas cosas la Iglesia iba a la zaga de la historia. Me sentía muy tolerante con esa idea de ir a la zaga de los tiempos, tras haber tenido muchas oportunidades de estudiar a gentes insoportables que marchaban de acuerdo con su tiempo, o a aquellas otras todavía más desagradables que iban por delante de su tiempo. Yo me sentía preparado para encontrar a un catolicismo bastante conservador y, en ese sentido, lento; cosa que, por supuesto, le ocurre en algunos aspectos. Ya sabía por entonces que estar en la onda significa por lo general estar a la moda. Y sé que las modas tienen la particularidad de ser al principio omnipresentes y hasta opresivas, para hacerse rápidamente obsoletas y quedar olvidadas. Sé también que la publicidad ilumina en un primer momento de forma esplendorosa para desvanecerse enseguida como la luz del relámpago. Había observado cómo la imaginación del público se llenaba con una sucesión de Kruger s [37] y káiseres, a los que había que colgar a la semana siguiente y de los cuales nadie se acordaba un mes después. He vivido como nadie la efervescencia de la agitación pública, si exceptuamos a un general Gordo n [38] , a un capitán Dreyfu s [39] o al elefante Jumbo del zoo. Así pues, si logro descubrir a alguien que no tenga en cuenta ese tipo de cambios confieso que me siento bastante cómodo con su indiferencia. Creo que ése debió ser, bajo todos los puntos de vista, el planteamiento que se hicieron las autoridades eclesiásticas a la hora de pronunciarse sobre el darwinismo o, incluso, sobre la evolución; no quisieron dejarse arrastrar por la excitación general. Hubo muchas personas, incluso entre los simpatizantes, que daban la impresión de pensar que la Iglesia católica debería levantar un altar al eslabón perdido, como hacen los paganos con el Dios Desconocido. Pero la Iglesia católica prefiere esperar hasta que sabe a quién está adorando; y prefieren también aprender un poco más sobre algo que todavía está sin aclararse. Y, por supuesto, no hay duda de que en ciertos temas, sometidos a la fiebre de la moda, la Iglesia se ha mostrado siempre tan lenta como segura. Pero ésa es otra Página 159
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