Porque soy catolico

primero de los puestos por los insultos que le dedica en su Enrique VI . Pero la cosa siguió mucho después de Shakespeare; y fue todavía mucho peor al proceder de personas que tenían menos disculpa que Shakespeare. Voltaire, por ejemplo, fue francés y un gran francés. Profesaba admiración por muchos héroes franceses, y deseaba ser un reformador y un amigo de la libertad. En este caso bien hubiera podido agarrarse al funesto error medieval de la justicia para convertirlo en un acontecimiento de índole anticlerical. Sin embargo, en honor de la decencia es mejor que pasemos por alto lo que escribió sobre Santa Juana. Pero sucede lo mismo con todos los demás detractores, incluso con aquellos que tienen puntos de vista mucho menos racionalistas que Voltaire. Byron, con todas sus faltas, tenía sensibilidad para lo heroico, especialmente en lo que se refería a aquellos países que luchaban por su libertad. Fue, con mucho, el menos insular de los poetas ingleses, y mostró una mayor comprensión hacia Francia y el continente en donde todavía es comprendido y admirado. Sin embargo, llamó a Santa Juana de Arco ramera fanática. Éste fue el tono general del mundo de la cultura, de la historia que se enseñaba y se comentaba en esa edad de la razón. El señor Belloc mencionaba que tan grande fue la presión seglar que incluso un católico que quería ser moderado como Lingar d [46] se mostraba más o menos escéptico, no sobre la moralidad sino más bien sobre la misión milagrosa de Santa Juana. Es cierto que Schiller le mostró simpatía, si bien se trataba de un acercamiento más bien sentimental y poco informado. Hubo que esperar hasta finales del siglo XIX , y más bien hasta principios del XX , para que la gente de valía mostrara su reconocimiento a una de las mujeres más maravillosas de la historia universal. Uno de los primeros intentos de rehabilitación procedió de Mark Twain. Su conocimiento de la Edad Media era tan provinciano como el mostrado en Un yanqui en la corte del rey Arturo pero resulta meritorio que este escritor no demasiado erudito, fruto de la cultura más reciente de una nueva nación, supiese recoger la antorcha de la pira funeraria de Ruán que tantos eruditos escépticos habían desdeñado. Por entonces se publicó el panfleto escrito por Anatole Franc e [47] que, a mi juicio, resulta más insultante que los versos de Voltaire. Y después llegó el gran intento, equivocado en muchos de sus conceptos pero muy sincero y fogoso: el drama Santa Juana. En conjunto no se puede decir que tanto humanistas como racionalistas se apresuraran a tocar a fondo el tema. La heroína tuvo que esperar casi cinco siglos hasta la llegada de Bernard Shaw. Al establecer una comparación nadie podrá decir que la Iglesia salió mal parada en relación con el resto. La verdad es que la apología eclesiástica de la mártir se produjo tan pronto que todo el mundo se olvidó de ella, mucho antes de que los demás empezaran a considerar el tema. Y aunque he tomado aquí el caso de Santa Juana de Arco, creo que se podría decir algo parecido con respecto a otros muchos puntos acaecidos a lo largo de la historia humana. Es cierto, por ejemplo, en el caso de quienes insultaron a los jesuitas y trataron de colgarlos; y el término «colgar» no siempre fue metafórico. La versión simplificada Página 162

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA0OTIx