Porque soy catolico

E XIV La llamada de los bárbaros l otro día recibí un libro de un señor que fija toda su fe en lo que denomina «la raza nórdica», que para él parece constituir un buen sustituto de todas las religiones. Los cruzados creían que Jerusalén no sólo era la Ciudad Santa, sino también el centro del mundo. Los musulmanes inclinan la cabeza hacia la Meca, y se dice que los católicos romanos mantienen una comunicación secreta con Roma. Yo presumo que el lugar santo de la religión nórdica debe ser el Polo Norte. No estableceré especulaciones sobre qué tipo de arquitectura religiosa puedan mostrar sus icebergs; hasta dónde se ve modificada su vestimenta por la blancura de la piel de los animales árticos; cómo se pueden adaptar los servicios religiosos de la mañana y de la noche a un día y a una noche que duran seis meses; tampoco sé si su vestidura ha de ser exclusivamente el alba, o si su único servicio religioso deberá ser el ángelus de mediodía. Pero creo que puedo afirmar con cierta seguridad que el Polo Norte se verá muy poco afectado por movimientos heréticos o por la difusión de las dudas que aquejan al mundo moderno. En todo caso no hay duda de que sabemos muy poca cosa sobre su principio social, excepto que nada puede ser muy bueno si está bastante cerca del norte. Y semejante afirmación explica sin duda el liderazgo espiritual de los esquimales a lo largo de la historia; y la parte desempeñada por las islas Spitzbergen como ámbito espiritual de los tiempos modernos. Lo único que me deja perplejo es que los ingleses que ahora se autodenominan nórdicos acostumbraban a llamarse anteriormente teutónicos; e, incluso, con mucha frecuencia, germánicos. No tengo ni idea de cuáles han podido ser los motivos que les impulsaron a modificar de forma tan tajante su apelativo, en el otoño de 1914. Supongo que algún día, cuando surjan problemas diplomáticos con Noruega, volverán a eliminar de forma igualmente abrupta el término «nórdico», y rápidamente lo sustituirán por otro, que yo les sugeriría que fuera «boreálico». Incluso se les podía denominar «los bores», para abreviar. Pero el motivo por el que menciono este libro es un pasaje que hay en él que resulta bastante típico del tono de ciertas buenas gentes cuando se refieren a la historia católica. El autor del libro quisiera sustituir todas las religiones por una raza. En esta idea difiere de nosotros, que preferimos ofrecer una religión para todas las razas. Y aún así, quizás, la comparación no sea del todo ventajosa para él. Porque todo el que así lo desee puede pertenecer a una religión, mientras que no está muy claro lo que se ha de hacer con aquellas personas que no deseen pertenecer a una raza. Pero incluso entre las religiones el autor está dispuesto a admitir diferentes grados de depravación, estableciendo distinciones entre instituciones poco gratas; y Página 172

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