Porque soy catolico
C XVI La rebelión contra las ideas uando los comunicados del Daily Express ofrecieron terribles revelaciones de lo que estaba sucediendo en Méjico, también aparecieron en el mismo periódico otras informaciones, no menos dramáticas, sobre lo que estaba pasando en Inglaterra. Eso nos dio una idea de las cosas monstruosas y desafortunadas que todavía se producen entre nosotros, veladas tras los muros de hermosas mansiones o cubiertas por distinguidos sombreros hongos. Las terribles revelaciones referentes a Inglaterra fueron, por supuesto, de índole psicológica. No se trataba de anarquía estatal, que es uno de los males de los países latinos; se trataba de un tipo de anarquía mental, característica que constituye específicamente la urdimbre de aquellos a quienes llamamos, en momentos de ira, «anglosajones». Un ateo mejicano es perfectamente capaz de rebanarle el cuello a un sacerdote, o de emprenderla a bombazos contra un convento. Pero será absolutamente incapaz de argumentar, como lo hicieron los protestantes ingleses en la prensa, que es perfectamente legítimo que Calle s [58] persiguiera a los católicos en aquella ocasión, dado que éstos habían perseguido a todas las demás religiones en todas las ocasiones. Ningún anarquista se mostró nunca tan anárquico como eso. Calles podía hacer saltar por los aires la catedral de San Pedro; pero no hubiera condenado a ningún español por haber hecho alguna vez lo que él alababa que los mejicanos intentaran hacer. En tal sentido, Calles nos resulta tan católico como latino. Quiere hacer las cosas a su manera, impidiendo a millares de personas que las hagan a la suya. Ahora bien, las dos cosas al mismo tiempo no pueden ser. Ese sacramento salvaje, ese milagro del pan que se diluye y reaparece; ese pan que está siendo continuamente consumido y que sigue manteniéndose íntegro, ese milagro pertenece a la religión de la sinrazón que solamente puede tener lugar en las iglesias de nuestro libre país. Entre la maraña de semejantes palabras hay una frase en una de las cartas que tiene un cierto interés sociológico para nosotros. Uno de esos intolerantes toleracionistas se esforzó en defender a Calles aduciendo que sólo los prejuicios podían acusarlo de anarquista o de expresar unas opiniones extremadamente antirreligiosas. Se decía que no era justo llamar ateo o bolchevique a Calles. Además podemos enterarnos por todas esas cartas que Calles era probablemente un metodista wesleyano, que asistía regularmente a una capilla de East Croydon. Pero esto resulta todavía peor. Los que apoyan a Calles lo enaltecen hasta el punto de compararlo con los reformistas del siglo XVI . El corresponsal que hace referencia al conflicto utiliza ese punto como un argumento contra el supuesto anarquismo del mejicano. «Se Página 181
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