Porque soy catolico
ideales. Por su parte, el patrón avaricioso ni siquiera tenía ideales que violar. Porque hemos de tener en cuenta, hablando en puridad, que nunca ha habido en el capitalismo algo que pudiera denominarse un buen ideal; por más que existan buenas personas que siendo capitalistas sigan otro tipo de ideales más nobles. La Reforma, especialmente en Inglaterra, representó el abandono de intentar gobernar el mundo por ideales, incluso por ideas. Ese intento había fracasado rotundamente, en parte porque aquellos que se suponía que debían ser idealistas no supieron mantener ningún tipo de ideal; y un gran número de personas de las que se suponía que deberían aceptar una idea general retorcieron y degradaron dicha idea. Y esto también sufrió los embates de quienes odiaban no solamente los ideales sino cualquier tipo de ideales. Fue el resultado de los impacientes e imperiosos apetitos de la humanidad, que odiaba verse constreñida por ciertos lazos y, sobre todo, por ciertos lazos de índole invisible. Los reformadores ingleses no establecieron un tipo de ideales alternativos, ni siquiera un conjunto de ideas que pudieran expresarse. Como bien dijo nuestro amigo, no eran bolcheviques. Lo único que supieron establecer fue un conjunto de cosas formidables llamadas hechos. Decidieron regirse exclusivamente por los hechos. Por el hecho, por ejemplo, de que alguien que se llamaba Russell poseía doscientas veces más dinero que cualquiera de sus vecinos; por el hecho de que alguien que se llamaba Cecil había logrado el poder de ahorcar a cualquiera de sus vecinos. Los hechos tienen cierta solidez mientras duran; pero fatal característica es que no suelen durar. Sólo las ideas duran. Y actualmente un hombre puede llamarse Russell y tener mucho menos dinero que otro hombre que se llame Rockefeller. Y la historia puede deparar el sorprendente espectáculo de que un hombre que se llame Cecil estableció en gran medida una política práctica que representó un fracaso. El mismo proceso seguido por el capitalismo, que había logrado hacer caballeros, terminó destruyéndolos. El mismo progreso comercial que había alzado a Inglaterra sobre el resto de los países europeos, terminó rebajándola ante Norteamérica. Del mismo modo que hasta entonces habíamos depositado nuestro afecto en la venturosa y patriótica Inglaterra de los últimos siglos, hemos podido comprobar que tales afectos estaban a punto de verse traicionados. Ese proceso al que se denominaba «pragmático», ese intento de gobernar exclusivamente por los hechos, lleva en su propia naturaleza la esencia de toda traición. Hemos descubierto que los hechos, a los que considerábamos tan sólidos, eran las menos consistentes de todas las cosas. Como suelen decir los profesores, y los mojigatos, los hechos siempre están evolucionando; dicho de otro modo, siempre están evadiéndose, o escapando, o huyendo. Individuos que se inclinan reverencialmente ante la riqueza de un gran señor, porque eso le permite funcionar como un caballero, se verán obligados más tarde a inclinarse ante la riqueza de alguien que en modo alguno se comporta como un caballero; y quizás, finalmente, se doblegará ante una riqueza que no puede vincularse a ningún ser humano, sino que pertenece a una empresa poco digna de un Página 184
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