Porque soy catolico

C II La juventud de la Iglesia (continuación) uando el Gran Arquitecto se mostró receloso de la joven generación que llamaba a la puerta, aparentemente no se le ocurrió pensar que esa puerta, objeto de sus temores, pudiera ser la de la Iglesia. Y sin embargo, hasta en la figura de Ibsen es posible ver las huellas dejadas por tan extraordinario suceso. La misma expresión de Gran Arquitecto tradicionalmente remite a un sistema medieval que precisamente algunos pretenden volver a utilizar como plantilla para diseñar su moderno sistema. Pero si nuestro Gran Arquitecto, guiado por su implacable amiga, hubiese viajado por Europa para visitar sus más altas torres, no habría tardado en descubrir quiénes y cuándo recibieron con toda propiedad el título de maestros constructores. Más de un camino habría podido llevarlo a conocer a uno de esos maestros incuestionables, que no sólo eran capaces de subir a lo más alto de las torres que habían construido, sino que además dejaban grabadas en sus cuatro costados las figuras de sus propios ángeles y demonios para que sobrevolaran, como movidos por alas, el vacío inmenso. Los artistas y críticos de arte más avanzados de la nueva generación ya se habían acercado a llamar a la puerta de la Iglesia hace cincuenta años, en la época de Ruski n [3] y William Morris . [4] Entre nuestros contemporáneos, otra generación de estudiantes de arte han dado en justificar sus arriscadas —o quizá sólo imberbes— simplificaciones apelando a doctrinas aún más severas, extraídas de los primitivos maestros. Es posible que los nuevos artistas sean, en sentido cronológico, postimpresionistas, aunque en el más pleno sentido histórico también son prerrafaelistas . [5] Pero esa tierna generación que llama a la puerta del Gran Arquitecto no sólo quiere saber qué templo ha construido, sino también a qué gremio de constructores está afiliado. El medievalismo conduce al estudio de lo artístico, como en el caso de Morris y Ruskin, pero asimismo a interesarse en lo económico, como les sucede al señor Sidney Web b [6] y a su esposa. Quede bien claro que mi intención no es discutir la validez de sus teorías, me limito a señalar, sean cuales sean éstas, que no sólo son anticuadas. Podemos rechazar o ensalzar el método del señor Eric Gill [7] , pero si hacemos lo primero no será únicamente porque pensemos que es excesivamente medieval; antes bien, es probable que lo rechacemos por considerarlo demasiado moderno. Es posible polemizar o simpatizar con el gremio de los socialistas, pero nadie puede negar que están convencidos de contribuir al progreso del socialismo cuando lo definen con un término tan antiguo como el de gremio. Sin duda, se exponen al ridículo, la caricatura o la burla de ser considerados exclusivamente avanzados, aun anárquicos innovadores. La generación de avanzada puede no estar en lo correcto, pero no cabe duda de que avanza, y no se puede Página 19

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