Porque soy catolico

que la razón de que no se puedan emplear pruebas en contra nuestra se debe a que tales pruebas están ocultas. Resulta evidente que los católicos no solemos ir gritándonos unos a otros por la calle los preparativos de la Matanza de San Bartolomé . [64] Y la única deducción razonable es que lo hacemos de puertas adentro. Evidentemente si tuviéramos un plan para quemar Londres no lo íbamos a publicar en la prensa. Por tanto, ¿qué otra deducción puede hacerse, si descartamos la utilización de un alfabeto secreto hecho sobre la mesa del comedor mediante la ordenación de un plato de macarrones? Sería toda una exageración afirmar que normalmente me dedico a saltar sobre los judíos ancianos de Fleet Street para arrancarles los dientes; por consiguiente, conociendo sobradamente mi manía de hacer semejante barbaridad, lo lógico es suponer que sea en mi propia casa en donde tenga una sala de tortura para llevar a cabo dicho sistema de odontología medieval. Puesto que los crímenes de los católicos no se pueden comprobar públicamente, es necesario pensar que tienen que ser realizados en privado. Todavía queda una tercera alternativa, un tanto remota y más teórica, que consistiría en convencer a nuestros conciudadanos de que no realizamos actos de esa índole en ninguna parte. Pero sería pedirles demasiado que pudieran pensar una cosa tan inconcebible como ésa. Esta misteriosa deformación, que resulta más común de lo que muchos suponen incluso en Inglaterra, y que es también frecuente en grandes extensiones de Norteamérica, constituye otra ilustración de lo que ya he expuesto en un ensayo anterior. Se trata del hecho de que aquellos que se dedican a fisgonear en nuestros supuestos secretos nunca se han detenido a echar una ojeada a las cosas que les atañen a ellos. Bastaría con que nos preguntásemos, un tanto estremecidos, qué habría pasado si hubiéramos dicho que conspirábamos, y lo hiciéramos con la misma desvergüenza con la que gran parte de nuestros acusadores hablaron de sus propias conspiraciones. ¿Qué habría pasado, tanto en América como en Europa, si dijéramos que actuábamos como una sociedad secreta, en aquellos lugares en los que grupos de nuestros enemigos no pueden negar que mantienen dichas sociedades? ¿Qué hubiera pasado si se hubiera celebrado un Congreso católico, ya fuera en Glasgow o en Leeds, en el que los delegados hubieran asistido de forma anónima, encapuchados, vestidos con túnicas blancas y con un completo aspecto fantasmal? Sin embargo así se comportaban, y hasta hace bien poco, las grandes organizaciones americanas que trataban de destruir el catolicismo; organizaciones que incluso llegaron a amenazar con apoderarse de todo el Gobierno americano. ¿Qué se diría si se hubiese tratado de una organización enteramente anónima llamada, por ejemplo el Secreto de los Católicos; es decir, algo similar a lo que durante tanto tiempo constituyó esa realidad de la que tan poco se conoce y que recibe el nombre de Francmasonería? No dudo que gran parte de esas entidades no son otra cosa que meras bufonadas inofensivas. Pero ¿dirían lo mismo nuestros críticos si fuéramos nosotros los protagonistas? Supongamos por un momento que nos hubiéramos dedicado a propagar nuestra fe mediante una organización denominada Know Nothin g [65] debido a que tenemos la Página 190

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