Porque soy catolico
Francesco Bernadone, ese hombre al que admiramos por su mente y por su temperamento. Y es precisamente ese individuo crítico el que está pensando en un Francisco irreal, en una especie de fantasma fruto de su visión de compararlo con lo que ve en un escaparate de Bond Street o con un tipo que vaya a la moda. Si es bueno para un ser humano ser feliz, aceptar plenamente las cosas que suceden o acoger al hombre que tiene al lado, entonces San Francisco era un hombre feliz, y más feliz que la mayoría de los hombres de hoy día. Si es bueno que el hombre sea compasivo, lo cual incluiría un gran número de cosas hacia las que sentir compasión, entonces San Francisco era compasivo, y más compasivo que la mayoría de los hombres actuales. Si es bueno que el hombre sea original, es decir, creativo y no meramente rutinario o convencional, que obre según lo que considera recto y sin miedo a la opinión de los demás, a la ruina o a la pobreza, entonces San Francisco era un hombre original, y más original que la mayoría de los hombres modernos. Todas éstas son, al mismo tiempo, pruebas personales y permanentes, que se refieren a la misma esencia del ego o de lo individual, y no se ven afectadas por los cambios que puedan surgir de la moda. Decir que todo esto es una cuestión puramente sentimental es decir que el sentimiento más íntimo y profundo del yo es simplemente mera sensiblería. Y, no obstante, ¿quiénes somos nosotros para impedir que las personas superficiales la llamen mera sensiblería? ¿Quiénes somos nosotros para hacerles darse cuenta de que no se trata de que nos sintamos unidos a un fraile medieval, sino que son precisamente ellos los que tienen un apego sensiblero a ciertas convenciones modernas? Tales críticos nunca han llegado a preguntarse realmente qué entienden ellos por «sentimiento», y todavía menos por «falso sentimiento». «Falso» es simplemente un término convencional de improperio para aplicarlo a «sentimiento»; y «sentimiento» es sencillamente un término convencional de improperio para aplicarlo a catolicismo. Sin embargo, sería mucho más aplicable a protestantismo en nuestros días. Las personas que pertenecen a esa religión se están quejando continuamente de que la teología es muy importante para nosotros, de la misma manera que se quejaban hace algunos siglos de que nuestro pensamiento fuera muy poco teológico. Pero, en la religión la teología es tan sólo un elemento de razón; esa razón que le impide ser una simple emoción. Hay un buen número de personas de mente abierta para las que es tan sólo una emoción; y resultaría muy poco justo que se la tachase tan sólo de sentimiento. Y no tenemos que ir demasiado lejos para encontrarnos con casos como éstos. Si lográramos encontrar una escuela de críticos que estuvieran preparados para rendir culto divino a cierto personaje al mismo tiempo que dudaran de su divinidad; personas que se quitaran el sombrero en las iglesias al tiempo que niegan que ese ser divino esté presente en el altar; personas que insinúan que tan sólo se trata de un maestro religioso y que después vuelven a insinuar que hay que servirlo como si fuera el único maestro religioso; personas que siempre están dispuestas a tratarlo Página 195
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