Porque soy catolico

periodismo metafísico del deán no existe la menor traza de todo esto. Si se hubiera detenido un momento para definir estos principios o, dicho de otro modo, nos hubiera explicado de qué estaba hablando, habría habido lugar en ese artículo para un análisis tan abstracto. Y, por supuesto, no habría habido lugar para la alarma contra el Papa. El deán de San Pablo va directo al asunto en un párrafo de la segunda parte de su artículo en el que desvela a sus lectores todos los horrores de una cita sacada de Newman. Se trata de un impresionante y vergonzoso pasaje en el que el degradado apóstata dice que es feliz con su religión y con las cosas de esa religión que le rodean; que le gusta tener objetos que hayan sido bendecidos, que vive un sentimiento de protección con las oraciones, con los sacramentos y todo lo demás. Y que una felicidad de esa clase satisface su alma. El deán, tras ofrecernos una rápida visión de la condición espiritual del cardenal, baja el telón con un gruñido y nos dice que eso es paganismo. ¡Qué diferencia con la ortodoxia cristiana de un Plotino ! [78] Es justamente esa rápida visión del deán la que me interesa precisamente en este tema; y no tanto en lo que se refiere al alma del cardenal como a la mentalidad del deán. De repente me pareció ver con mayor claridad que nunca la verdadera cuestión existente entre él y nosotros. Y lo curioso de tal cuestión es que lo que él piensa de nosotros es justamente lo mismo que pensamos nosotros de él. Pero lo que me parece más fuerte, al considerar un caso como el del deán y su cita del cardenal, es que el deán es un hombre de notable inteligencia y cultura, que siempre resulta una persona interesante, incluso justo en ciertas ocasiones o, cuando menos, un hombre que sabe justificarse; pero que, sobre todo, es el campeón de la superstición. El hombre que real y verdaderamente defiende una superstición, tal como lo entiende la gente cuando quiere definir el término «superstición». Lo que resulta más divertido es que, en cierto sentido, se trata de una superstición pagana. Pero lo que todavía se hace más interesante, hasta donde yo entiendo, es que el deán es un devoto de lo que podría calificarse de una superstición supersticiosa por excelencia. Lo que pretendo decir es que se trata de un caso especial de superstición local. El deán Inge es una persona supersticiosa porque venera una reliquia; una reliquia en el sentido de un residuo. Está adorando de forma idólatra el fragmento de algo; y simplemente porque ese algo sucedió en el pasado en un lugar llamado Inglaterra, y en la forma llamada «cristianismo protestante». Es algo así como si un patriota local se pusiera a venerar la efigie de Nuestra Señora de Walsingha m [79] sólo porque se encuentra en Walsingham, sin tener en cuenta que esa Virgen está en el Cielo. Incluso es como si venerara un pedacito de piedra desprendida del pie de la efigie y se olvidara de dónde procede, y hasta de la misma Nuestra Señora. No creo que sea supersticioso mostrar respeto por el pedacito en relación con la efigie, o de la efigie con la santa, o de ésta en relación con todo el planteamiento de la teología y de la filosofía. Pero lo que considero supersticioso es el hecho de venerar, o incluso aceptar, el fragmento porque sucede que está ahí. Y el deán Inge acepta el fragmento llamado protestantismo simplemente porque «está ahí». Página 203

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