Porque soy catolico

H XXIV Un espiritista mira al pasado emos oído hablar mucho de las nuevas religiones; la mayoría están basadas en las últimas novedades de Buda y de Pitágoras. Pero he llegado a una conclusión que me temo pueda ofender a algunos. Se me antoja que estas religiones modernas son contra-religiones; es decir, que son ataques o alternativas a la Iglesia católica. No muestran parecido alguno con las naturales especulaciones paganas que existieron, o pudieron existir, antes de la Iglesia católica. La actitud mostrada por el deán Inge se parece mucho más a la de Plotino que a la de Platón. Incluso es mucho más parecida a la de Porfiri o [92] que a la de Plotino. Él se parece a algunos paganos de la decadencia; no le resulta necesario saber mucho sobre la superstición cristiana; le basta con oír hablar de ella para odiarla. En una de sus recientes obras, que valoro en lo que vale, se esfuerza en insistir en que la palabra protestante posee un antiguo significado que no es simplemente negativo, y se complace en concederle con toda certeza un antiguo significado enteramente positivo, por más que el término protestante denote a una persona que protesta mucho. Se muestra tan ansioso por explicar lo que piensa sobre la Iglesia católica que no permite la entrada de ningún artículo, ya sea sobre el señor Con é [93] o sobre las glándulas de los monos. El deán se apoya en sí mismo: y seguramente habrá que describirlo como anglicano, por carecer de cualquier otro apelativo que pueda aplicársele. Pero resulta muy interesante observar que incluso aquellos que parecen ir al monte para señalar los límites de su propia Tierra Prometida, caso de los mormones, resultan ser una simple reacción contra la ortodoxia de los modernistas. Su marcha hacia la nueva Utopía no es más que una maniobra, cada vez más larga y elaborada, de los ejércitos que sitian la Ciudad Santa. Imaginábamos que esos nuevos cismáticos habían ido hasta allí para rezar; pero descubrimos (un poco después) que se habían quedado tan sólo para burlarse. Siempre vuelven para abuchear y crear disturbios en nuestras iglesias cuando se sienten cansados de intentar construir las suyas. Una de las personas que revela todo lo que no sabe, y que ciertamente debería saber, es sir Arthur Conan Doyle. Salió el otro día con una diatriba, que se suponía que tendría que ver con las relaciones existentes de su nueva religión con otras religiones, pero que se transformó con increíble rapidez en una serie de improperios contra su antigua religión familiar, como si no existiera en el mundo ninguna otra más que su actual religión. Tal vez tenga razón, y no la haya. Pero quizás usted pudiera pensar que un hombre que acaba de fundar una nueva religión tal vez tenga algo nuevo que contar Página 215

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