Porque soy catolico

E XXV Las raíces de la cordura l deán de San Pablo, cuando tiene razón, está muy acertado. Y cuando tiene razón lo demuestra con todo ese énfasis que, cuando se trata de otros temas, lo convierte en un ser tan temeraria y desastrosamente equivocado. Y yo no puedo sino saludar con agradecimiento el desprecio con que se expresa últimamente sobre todas esas tonterías periodísticas acerca de la utilización de glándulas de mono para convertir a los viejos en jóvenes; o en monos jóvenes, si es que ése ha de ser la paso siguiente hacia el superhombre. De forma nada extraña intenta equilibrar su denuncia de tal materialismo experimental con lo que él siempre está acusándonos, afirmando que dicho materialismo es uno de los extremos y el catolicismo constituye el otro. Al establecer esa conexión dice algunas de las cosas que generalmente le resultan fáciles de decir, y que a nosotros nos resulta, por lo general, bastante fáciles de responder. Un buen ejemplo de los contradictorios cargos que el deán le hace a Roma es el de incluirnos en la lista de quienes dejan a los niños completamente «indefensos» en lo que atañe a los peligros morales del cuerpo. Pero el considerar que hemos estado abusando durante décadas de los jóvenes al obligarlos a la infamante institución del confesionario, me resulta un tanto gracioso. También advertí que el otro día sir Arthur Conan Doyle revivía esta acusación de insulto a la inocencia. Dejaré que tanto el deán como sir Arthur resuelvan el problema a golpes entre ellos. Y cuando el deán nos acuse de indiferencia hacia la eugenesia y de criar criminales y lunáticos, nos bastará con que también él denuncie la perversión de la ciencia que se hace patente en ese asunto de los monos. Tal vez pueda permitir que otros también se disgusten ante los planes con los que se va a actuar como locos y criminales a fin de evitar la locura y el crimen. Sin embargo, hay otro aspecto sobre este asunto del tener razón o no tenerla que no se suele asociar con nosotros, pero que igualmente tiene que ver con nuestra filosofía. Y tiene una notable relación con el tipo de cuestiones que nos presenta aquí el deán Inge. Concierne no sólo a temas en los que el mundo está equivocado, sino a otros en los que tiene razón. El mundo, especialmente el mundo moderno, ha adquirido unos rituales, o rutinas, muy curiosos, de los que podemos decir que están equivocados aunque tengan razón. En gran medida tiene que ver con el hacer cosas sensibles, y con el dejar de tener cualquier razón sensible para hacerlas. Siempre se nos está aleccionando sobre la inercia de la tradición, cuando se está viviendo por completo en la tradición. Siempre se nos está acusando de superstición; y sus principales virtudes son actualmente casi supersticiones completas. Página 219

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