Porque soy catolico
E XXVI Algunos de nuestros errores l inteligente lector, al estudiar las obras de aquellos ilustres autores que nos hablan de ética y de religión, se quedará en suspenso al leer una frase que realmente posee significado. Mejor dicho observará con creciente interés y excitación que realmente contiene una verdad. Sin embargo, se descubrirá que la mayor parte de las frases que se supone que le acompañan y son de la misma clase, no solamente son falsas sino que también carecen de sentido. Cuando los modernistas dicen que debemos liberar nuestra inteligencia de la lógica medieval es como si dijeran que hemos de liberarnos de la tabla de multiplicar. Unas personas pueden contar o razonar más rápidamente que otras; hay personas que siguen todos los pasos y no tienen problemas; otras se saltan los pasos pero siguen teniendo razón: muchas, por el contrario, se saltan los pasos y lógicamente se equivocan. Pero el proceso de la multiplicación es el mismo, y el proceso de la demostración también es igual. Los humanos piensan así, excepto cuando al apartarse del proceso técnico dejan de pensar. O, también, cuando descubrimos, en el mismo contexto, la observación de que algunas doctrinas cristianas que conocemos son «solamente una forma de» ciertos cultos paganos que en realidad nadie conoce, nos damos cuenta de que el matemático está tratando una cantidad desconocida como si fuera conocida. Pero cuando nos encontramos entre estas falacias con la observación de que hablo, deberemos pararnos un momento sabiamente y mostrar una gran paciencia. La observación es: «Necesitamos hacer un replanteamiento de la religión». Y aunque se haya dicho treinta mil veces, es absolutamente cierta. También es cierto que quienes la expresan a menudo quieren decir justo lo contrario de lo que dicen. Como ya he expuesto en otro lugar, con frecuencia lo que pretenden no es replantearse nada, sino establecer otra cosa, introduciendo en su exposición la mayor cantidad de viejos términos. Pero en esta ocasión no sólo la palabra «religión», sino también «replanteamiento», se están convirtiendo en términos arcaicos. En cualquier caso el tema es que en realidad no quieren decir que otorguemos frescura y un nuevo aspecto a la religión denominándola con nombres exóticos. Por el contrario, pretenden que deberíamos hacer algo completamente distinto y ponernos de acuerdo para denominarlo religión. Recuerdo, con cierta tristeza, que ya he dicho esto antes; pero es debido a que me he dado cuenta de que es sumamente difícil hacerles ver un hecho sumamente sencillo. Parece como si eso les rozara como una sombra de diferenciación; pero es algo que a mí me resulta a la vez absurdo y todo lo contrario. Esa diferenciación podría compararse con alguien que, dedicado al mundo de la moda, me dijera, muy enfadado, que mi anciano padre está Página 223
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