Porque soy catolico
poema de Burns: «Mi amor es como la melodía que dulcemente surge en la tonada » [98] . Otras veces está bien traducido, porque es necesario añadirle un poco de sal a su dulzor, como en el verso de sir Philip Sidney: «Ante los ojos de esa dulce Francia enemiga » [99] . Sucede algo similar en las buenas traducciones católicas o en las composiciones en inglés. Pero la idea de que siempre han de traducirse esas tiernas expresiones si aparecen en las lenguas romance constituye una auténtica metedura de pata; un error que ha tenido pésimas consecuencias en campos mucho más importantes que la literatura. Creo que esta inadecuada e incongruente repetición de la palabra «dulce» ha alejado a más ingleses de la Iglesia católica que todos los venenos de los Borgia, o que las mentiras envenenadas de los que han escrito sobre ellos. Nuestra religión es, en estos momentos, la más razonable de todas las religiones; incluso, en un sentido, es la más racionalista. Quienes afirman que es una religión simple o básicamente emocional no saben de lo que están hablando. Son precisamente las otras religiones, todas esas religiones modernas, las que son emocionales. Y esto es todavía más cierto en lo tocante tanto al salvacionismo emocional de los primeros protestantes como al intuicionismo emocional de los últimos modernistas. Somos nosotros los únicos que aceptamos tan sólo la razón y la voluntad sin el aditamento de las emociones. Un católico convencido es hoy día la persona más realista y más lógica que camina sobre la faz de la tierra. Pero esta veterana calumnia de que hay una sentimentalismo zalamero en todo cuanto decimos y hacemos se ha visto perpetuada por esta confusión de las palabras. Se nos supone practicantes de una devoción simplista y tonta, sencillamente porque hemos traducido equivocadamente una frase, en lugar de dejarla en latín para aquellos que saben leerlo o dejarla para quienes saben interpretarla correctamente en inglés. Pero en este caso la falta es más nuestra que de nuestros adversarios, si bien es todo lo contrario a lo que ellos alegan; porque no surge de la práctica católica de decir las oraciones en latín, sino que por el contrario se ha producido por la práctica protestante de decirlas siempre en inglés. Y ha sobrevivido porque cedimos con debilidad a la presión ejercida por los protestantes en aquella época en que nuestra tradición se encontraba obsoleta. Dicho de otra manera, ha persistido por hacer lo que ellos nos decían que hiciéramos, en lugar de hacerlo como era debido. Por supuesto que no quiero decir con esto que no esté bien disponer de una buena traducción popular cuando se hace bien; naturalmente que creo que eso es bueno. Pero aunque me doy cuenta de lo que se puede alegar sobre el culto vernáculo, la crítica de los protestantes no se da cuenta de lo que se podría decir en favor de la lengua clásica. El protestante no ve que es necesario decir algo en su favor, incluso en lo que se refiere a la poesía católica que debería estar en lengua vernácula como la Divina Comedia y el culto, al igual que lo está en la misa. Se trata de la diferencia existente entre una lengua muerta y una lengua agonizante Toda lengua viva es una lengua agonizante incluso si continúa activa, Página 226
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