Porque soy catolico
E XXIX Sobre lo que pensamos l otro día estaba echándole un vistazo a uno de esos semanarios que se supone que son de divulgación cultural; en este caso, para ser más concretos, a uno de los que pueden considerarse de divulgación científica. Lo que ofrecía en la mayor parte de sus páginas es lo que sus partidarios definen con un tono muy optimista como pensamiento moderno, y lo que nosotros solemos llamar modernismo. En cualquier caso, no es una publicación que defienda únicamente el punto de vista contrario, puesto que en más de una ocasión me ha permitido dar réplica a sus opiniones, pero leyendo sobre el tema en cuestión, mi vista se detuvo al ver escrito mi nombre entre sus páginas. Ha sucedido en un artículo sobre las doctrinas religiosas escrito por Arnold Bennet . [107] El protagonismo de este hombre en la prensa es uno de los misterios del periodismo actual. No sólo profeso una gran admiración por su genio artístico, sino que en muchos aspectos también siento una gran simpatía por su personalidad. Me gusta la chispa que tiene y el desdén que tiene por el desdén. Me gusta su humanidad y su compasiva curiosidad por todos los aspectos del ser humano. Su ausencia de esnobismo que incluso le permite simpatizar con los esnobs. Pero al hablar de las creencias religiosas de Arnold Bennet tengo la misma sensación de estar hablando sobre las aventuras de las cacerías de Bernard Shaw, o sobre las añadas favoritas de Pussyfoot Johnso n [108] o las visiones celestiales de sir Arthur Keith, o incluso sobre los votos monásticos de Bertrand Rusell. Arnold Bennet nunca ha disfrazado, al menos así me lo parece, el hecho esencial de que no tiene ningún tipo de creencias religiosas; tal y como se entiende ese concepto en la lengua inglesa que yo he aprendido. De que tiene una moralidad muy estimable no tengo duda alguna. Pero, por el momento, la cuestión sobre Arnold Bennet es sólo un paréntesis. Lo menciono aquí simplemente porque fui citado en un artículo; y confieso que encontré un poco extraña la referencia. No le sorprenderá al lector descubrir que el periodista me encontró menos modernista que Arnold Bennet. Mis creencias religiosas no se presentaron tan puras, virginales e inocentes, sino que fueron deformadas con afirmaciones muy concisas. El articulista declaró que había encontrado algo dudoso y misterioso en mi actitud; y lo que a mí me desconcertaba era precisamente su desconcierto. Dejó implícito, con gran delicadeza, que había más en mí de lo que podía verse a simple vista; que lo guardaba en mi interior, que había escapado de todas esas miradas papísticas, pero que estaba desesperado por viviseccionarme y descubrir el secreto que ocultaba. Decía: «El señor Chesterton no pretende ilustrarnos porque, que nosotros sepamos, su forma de pensar es bastante modernista». Página 236
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