Porque soy catolico
como la Santísima Trinidad o los sacramentos, son los puntos de partida de un hilo de pensamiento mucho más estimulante, sutil e incluso personal, comparados con los cuales todo ese escepticismo no sería más que el débil arañazo causado por las sucias palabras de un antipático chismoso en un pueblo de Nueva Inglaterra. Por lo tanto, aceptar el logos como una verdad es permanecer en la atmósfera de lo absoluto, no sólo junto a San Juan Evangelista, sino con Platón y todos los grandes místicos del mundo. Aceptar el logos como un simple «texto» de una «interpolación» o como un «desarrollo» o como una palabra muerta dentro de un documento muerto, usado tan sólo para dar una rápida sucesión de seis fechas diferentes para datar ese documento es caer muy bajo, peleándose por conseguir un éxito discutible, si es que realmente pudiera considerarse un éxito. Exaltar la misa es entrar en un maravilloso mundo de ideas metafísicas, revelando todas las relaciones existentes entre la mente y la materia, el espíritu y la carne, y entre las más impersonales abstracciones, así como los afectos más personales. Empezar a menospreciar o minimizar la misa, a base de agudas comparaciones sobre lo que tiene en común con el mithraísm o [109] o los Misterios, es poco menos que caer en la pedantería y la mezquindad; no sólo muy por debajo del catolicismo, sino incluso muy por debajo del mithraísmo. Como ya he dicho antes, es muy difícil decir cómo podemos mejorar todo esto. Tanto nosotros como quienes nos critican hablamos en idiomas diferentes; de modo que los mismos términos que usamos nosotros para describir las cosas, significan algo totalmente distinto en las absurdas catalogaciones que ellos ponen por su parte. Con frecuencia, cuando hemos hablado de lo que nosotros consideramos asuntos importantes, nos acusan por hablar de temas que les parecen carentes de importancia. Sólo un proceso filosófico puede empezar en el punto correcto; y ellos lo han mantenido todo en el extremo equivocado. Pero estoy inclinado a pensar que deberíamos empezar a cuestionar una frase muy típica; algo que se ha convertido en un eslogan y en una leyenda; o para decirlo en un lenguaje popular, en un titular. Porque los periodistas lo repiten constantemente, y a base de repetirlo captan la atención, como lo hacemos nosotros al empeñarnos en negarlo. Cuando el periodista dice por enésima vez: «La religión no se encuentra en los apagados y polvorientos dogmas, etc.», debemos replicarle con energía y responder: «Ahí estás equivocado desde el principio». Si él se dignara preguntar qué son los dogmas, descubriría que los dogmas están vivos, que son inspiradores e intelectualmente interesantes. El celo, la caridad y la unción son tan admirables como las flores y la fruta; pero si estás interesado de verdad en los principios vivos, debes interesarte entonces por la raíz o la semilla. En otras palabras, debes interesarte por el principio del que partió todo; aunque sea sólo para poder negarlo. Si el crítico no puede ponerse de acuerdo con el católico, puede constatar, sin embargo, que en ciertas ideas sobre el cosmos coincide con él. Puede ver que ser cósmico en ese sentido, como lo es el católico, es lo que le hace diferente del resto de la gente; y que al menos no le hace una figura carente de interés en la historia de la humanidad. Página 238
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